XIII

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<<Me quedaré por siempre aquí, Y esperaré por tí, incluso si pasan los años, nunca me olvides>>

Una vez más había cometido un error...

Metió la puerca ropa roja junto con la ropa blanca, en la misma lavadora, estaba a punto de ser despedido, y aún así prefería estar pensando en ese chico JunHyeok. El dinero le era de mucha falta, por lo tanto igual el trabajo, pero pensar en ese niño de sonrisa inocente, era mucho más divertido.

Su mente estaba empezando a decirle que ese chico era una especie de brujo y que le había puesto un hechizo para que no dejara de pensar en él. Probablemente no y debería dejar de ver tanta televisión. Ese chico se veía tan...

Un suspiro se escapó de sus labios, apoyó su cabeza sobre sus manos y sus codos sobre el pulcro mostrador. En su nariz seguía el olor leve que su cuerpo emanaba, ya no era el detergente que le lastimaba, ahora la lavanda no podía salir de sus fosas nasales. No habían palabras para describir todos los sentimientos que esa noche vivió, haberlo encontrado en su horrible soledad, en el frío. Estaba más que agradecido con el destino por haberlo puesto frente a él.

—Oye, idiota —Su rubia amiga, Jeong, golpeó con su palma la frente del castaño, parándose frente a él —Ya terminé de arreglar tu desastre, me debes una, eh — La chica metió sus brazos en la chaqueta de cuero roja y prosiguió a acomodar su corto cabello rubio.

—Muchas gracias —Le sonrió aún sin mirarla —No debes pedirme nada, haré tus horas extras —Tocó con un dedo su mejilla, aún sin verla, con los ojos pegados a la puerta.

—¿Gracias? —Sacó su celular del bolsillo y lo metió en su mochila —Ok, gracias, solo no seas un idiota la próxima y pon atención a lo que haces —El claxon de un Wolkswagen color morado se oyó desde la entrada —Bueno, mi dama me espera. No te pudras —Dicho eso, salió por la puerta, haciendo sonar una vez más en la noche la tortuosa campana.

Era algo tonto, nadie en su sano juicio iba a las tres de la mañana para lavar su ropa. Pero, esa noche a su jefe, se le había ocurrido hacerle competencia a su primo al otro lado de la calle con el mismo negocio. Cansado cerró los ojos. Jeong se había ofrecido para eso, porqué según necesitaba el dinero, pero, la muy rubia había olvidado la cena en casa de los padres de Nayeon, por lo que, como buen amigo, le dijo que lo haría por ella esa noche.

Grave y aburrido error.

En su mente corría la leve esperanza de que el chico entrara por esa puerta y le gritara que se sentía igual. Se sentía un idiota, tal vez el chico ni siquiera estaba pensando tanto como él lo hacía, y se sentía patético. Se sentó mejor en su lugar y dió un vistazo al reloj en la pared sobre la puerta de entrada, solo era una hora más, esas pasaban volando.

°°°°°°°

Aburrido.

Quería golpear su cabeza contra el mostrador, una y otra vez, hasta que sangrara. Al menos así podría hacer algo por la siguiente media hora. Se estaba arrepintiendo de haber sido tan buen amigo.

Una vez más en esa semana, llegaba a su mente la escena en la que JungHyeok dejó la fiesta y se fue hacia una auto negro, junto con un guapo hombre moreno de casi 1.80, que hasta él mismo le haría caso. Se sintió tan torpe al ver como ese hombre le ponía la chaqueta sobre los hombros.

Su corazón se sintió un poco más tranquilo al ver como el menor rechazaba cada cosa que el otro hacía por él. No lo miraba como lo miró Im esa noche. Como siempre soñó que alguien le mirara.

Su teléfono indicaba que aún faltaban veinticinco, putos, minutos. Soltó un grito por la desesperación, pateó un poco la mesa y la silla giró, aún así se sentía de lo peor en ese lugar. No quería dejar de pensar en JunHyeok aunque fuera incorrecto.

Sacó de su mochila unos audífonos blancos y se los puso. Cuando su teléfono fue desbloqueado, su mirada fue una vez más a la ventana que daba a la calle, con la mirada aburrida y casi adormilada. Un chico pasó corriendo frente a ella. Un chico que supo reconocer como Im JunHyeok.

Nunca había sido atlético, a él nunca le había importado el correr por las mañanas como a DoWoon, con quién a pesar de todo hablaba de vez en cuando. El caso era, jamás, por más gordo que se sintiera, había salido a un gimnasio. Pero, en seguida vió, cómo detrás del chico que consideró el amor de su vida, estaba el mismo hombre de 1.80 iba con un rostro no tan amigable.

Corrió, más por hacer sentir seguro a JunHyeok. Así él estaría seguro... de alguna forma.

Llegó a un callejón, todo estaba obscuro e incluso olía a basura, todos lo días pasaba junto a él, pero en realidad nunca se le había ocurrido entrar. No había ningún ruido ni movimiento. Su corazón empezó a latir fuerte por los nervios, el miedo le hacía casi temblar. De quedó en la luz, hasta que escuchó un sollozo.

Encendió la lámpara en su celular y camino, pequeños pasos. Apunto con ella al fondo del lugar, nada, solo unas cajas de cartón llenas de basura o de ropa vieja. Caminó un poco más cerca del fondo. Nada aún.

Golpeó con su pie una caja, esta cayó, tampoco había nada, volvió a caminar hasta el fondo, se escuchó otro sollozo, ahí es cuándo volvió a ponerse alerta.

—¿Hay alguien ahí? —Observó al final, corrió hasta ella y se hincó en frente, movió el cartón y se fijó impresionado en su chico, con la mirada asustada y moretones en el rostro.

—¡SungJin! —El menor se lanzó una vez más a sus brazos, el calor en su cuerpo volvió a ser el mismo que esa noche. Ambos sintieron que esa pieza faltante volvía a su lugar.

Park apretó al menor más en sus brazos, pensando en cuánto odio había empezado a sentir de repente, hacia el tipo guapo que perseguía a JunHyeok. Acarició sus hebras castañas, oliendo el perfume de su cabello, el mismo que el de esa noche, los sollozos fueron ahogados en su hombro, mojandolo con sus amargas lágrimas. Apretó más al chico contra su pecho, había empezado a haber más frío, tal vez no debían seguir afuera.

—Ven, acompáñame —Se alejó un poco de él, su rostro estaba húmedo, secó con sus pulgares sus mejillas —No quiero que nada malo te pase.

El menor se levantó con el cuerpo temblando y abrazado al cuerpo de SungJin, miró su perfil, sin dudas tenía suerte de haber pasado por ahí, tal vez el destino le había puesto en esa calle. Sonrió, su corazón estaba latiendo fuerte, como un niño. Apoyó su cabeza sobre su hombro, cerrando los ojos de inmediato.

Estaban tan sumidos en llegar al establecimiento, que no se dieron cuenta del  hombre en el auto, mirándolos de forma enojada.

Love Of My Life;. 私の人生の愛  SUNGHYEOK;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora