XVII

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<<Ojalá no te amara, así sería más fácil dejarte ir>>

—Sí, yo lo ví —Quitó de sus labios el cigarrillo a medio terminar, el humo denso saliendo de sus gruesos labios, el hombre guapo en el sillón estaba que rebosaba de ira, con una mano extendida en el respaldo y la frente arrugada —Tu pequeño bastardo estaba de puta otra vez.

SeungHyun quería matar a ese pálido y flacucho chico lavandero, verlo tomando el cuerpo de Hyeok con delicadeza y que este lo mirara a él con amor, de una manera en la cual jamás lo miraría a él.

El mayor rió sin gracia acomodándose el cabello casi gris, se estaba poniendo viejo, pero su rostro a pesar de las escasas canas, seguía luciendo como el mismo que había enamorado y roto corazones en masa. Im Daesung era la viva imagen de un Dios griego a su edad.

Suspiró acomodándose en su lugar, estaba cansado de la forma malagradecida de su hijo.

—Cuando lo encuentre me va a escuchar —Encendió otro cigarrillo, el quinto en la noche —Yo, todo el tiempo dándole lo que necesita —Se levantó del sillón, con Seung mirándolo con atención —Es un maldito malagradecido, un idiota que no aprecia lo que estoy haciendo por él.

—Más vale que ese chico aparezca pronto, Daesung, sino lo hace, conseguiré a alguien más —Seung también se levantó, hastiado de estar en esa situación, él no era el idiota de nadie, y mucho menos de un niño.

JunHyeok podría ser el chico que quería en su cama todos los días hasta su muerte, pero tampoco era como para que pudiera esperarlo hasta donde estaba. SeungHyun era guapo, joven y el sueño de cualquier chica, Daesung tenía suerte que se fijara en su hijo y le ofreciera tal cantidad por él.

Claro, ellos conocían a SeungHyun desde antes que llegaran a la ciudad, él los ayudó mucho en su sucio 'negocio' y les dió techo cuando lo necesitaron al llegar a la ciudad. JunHyeok todavía era un niño, pero en ocasiones, aún recordaba como Seung lo cuidaba los domingos y se acostaba en su cama, mientras su padre no estaba en casa, y le besaba, se sentía horrible, pero prefería no decir ni hacer nada, o sería peor.

Obviamente conocían al hombre desde el pueblo y según eran amigos desde hacía mucho, desde que la madre de JunHyeok vivía. Y cómo toda actitud de su esposo, no le gustaba que Seung los visitara o fuera a comer algo que con trabajo y ella podía cocinar. Además de que, odiaba como miraba a su niño jugar en el patio con sus muñecas.

—¿Con quién estaba? —Miró a SeungHyun antes de que cruzara la puerta.

—Un chico, ni siquiera sé su nombre, imbécil. Sólo ví como lo metía en su especie de puesto de lavado y después no salieron, y que me quedé ahí como por una hora —Dió una risa amarga —Siempre supe que tu hijo era una zorra.

—Siempre has tenido razón —Dió una última calada al cigarrillo y lo dejó caer sobre la alfombra manchada de alcohol, de lástima propia jamás admitida —Mañana en la noche, a esta hora, JunHyeok será tuyo.

—Mejor no —DaeSung lo miró asustado —No tengo tiempo y no quiero que te sientas presionado —Volvió a tomar el pomo de la puerta, con un semblante serio que hacía hasta a su mayor sentirse una basura —Tienes hasta el domingo.

—Bien, pero al menos dime dónde puedo encontrarlo, no soy un puto adivino —Volvió a su lugar en el sillón, Seung rió ante sus palabras, haciendo que Daesung se sintiera una vez más como un estúpido.

—Eso depende de tí, mi amigo —Y con esas simples palabras, cerró la puerta, dejando a su 'amigo' con un problemita más.

Estaba seguro que si lo encontraba era capaz de asesinarlo, ya estaba harto de que ese chico nunca lo obedeciera, y esa, era la gota que había colmado su vaso. Estaba tan hastiado de tener que cargar con él.

Había sacado mucho provecho de JunHyeok, pero ya no muchos se interesaban en un chico de esa edad, a pesar de que aún se veía joven, las personas con las que se involucraba siempre eran las mismas y también, ya estaban cansados de lo mismo siempre. De tener a un niño resistiéndose a sus perversiones.

Además, se estaba cansando él mismo, pero ya no de JunHyeok, sino de ser lo que era.

Unos días antes, había visto a su hijo dormir sobre el sillón de la sala, con la camisa rota y unos shorts que no cubrían ni sus muslos, parecía tener frío. Pero Daesung solo lo ignoró, como si fuera un vagabundo, como si no lo conociera o no estuviera ahí. Lo que le sorprendió no fue eso, sino que no pudo dormir tranquilo en su cálida cama esa noche, pensando en su hijo que estaba técnicamente congelándose en el sofá.

Su mente le estaba traicionando, estaba empezando a sentir empatía por alguien, eso era algo malo, y ese alguien era su hijo, lo cuál lo hacía mucho peor.

Se estaba volviendo un maldito marica por sentirse mal al tener a su hijo tan descuidado. Sí, en ocasiones, como cuando estaba ebrio, solía sentirse melancólico, una basura comparado a lo que era años atrás, miraba su reflejo en el espejo y solo veía a un hombre del cual debía sentir pena, y, en vez de poner en marcha sus rudas ganas de ponerse de rodillas frente a su niño, solo se iba con un gran remordimiento a su habitación, sin poder dormir esa noche.

Se pasó las manos por la cara y emprendió camino a su habitación, lanzándose a la cama, apretó el puente de su nariz. Estaba cansando de tener esa vida, de odiar y beber tanto, y todo por haber cometido el error de perderla.

Se incorporó sobre el colchón y estiró, tranquila y temblorosamente su mano izquierda hasta la cajonera que alguna vez su esposa escogió y ella misma limpió con sus delicadas manos. La extrañaba y odiaba admitirlo. En el silencio de la habitación solo se pudo oír como el cajón era abierto, rechinaba, no como la última vez que la abrió.

De ahí, lo único que pudo sacar, fue una pequeña, vieja y sucia foto.

JunHyeok y su madre, estaban sentados en la arena, con sol resplandeciente en el fondo. Estaban tan felices, recordaba ese día, y lo extrañaba.

Extrañaba a su esposa despertándolo con un beso, la sonrisa en su cara, su delicado aroma y sobre todo, extrañaba a su niño felíz.

Pero qué más podía hacer, su esposa todo el tiempo decía que cuando algo sucedía nunca era culpa de nadie, pero a él lo estaba matando el remordimiento y la culpa era suya, de que la inocencia, la virginidad, la sonrisa de su niño, se hubiera perdido con los años.

Tocó su rostro, estaba llorando, como un marica.

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⏰ Última actualización: Dec 11, 2018 ⏰

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Love Of My Life;. 私の人生の愛  SUNGHYEOK;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora