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<<Hola, vida de mierda>>

Im JunHyeok, 14 años.

Los gritos eran constantes, eran dolorosos, penetrando su cabeza de forma efusiva y desesperante, causando que su interior se volviera cada vez más y más amargo. Su lengua era una rígida tabla dura con espinas clavándose en su paladar con fuerza. Quería salir corriendo o solo golpear el hocico hablador de sus padres. Decirles a ambos que estaban equivocados, que ninguno de ellos tenía la razón y que solo estaban gritando sin sentido alguno.

Lo único en lo que podía pensar era en como cada noche, desde hacía dos semanas, tal vez meses, ya no lo sabía, sus padres se gritaban por cualquier cosa. Si la comida no estaba lista cuando llegaba, sus padres se gritaban como si sus cuerdas vocales fueran nuevas. Solo quería tener la suerte de ser sordo o algo parecido, para no tener que escuchar esos gritos provocados sin motivo.

Por alguna razón, el amor que existía en su familia, la que tenía cualquier niño como él a su edad, había desaparecido, se había esfumado como una ilusión, como si nunca hubiera estado ahí, como si solo lo hubieran engañado todas las veces que lo abrazaban y le decían el cuanto lo amaban. Mentiras, ahora todo eran unas malditas mentiras ante su triste rostro.

Las lágrimas y el dolor, casi eran de la misma cantidad, pero no podía darse el lujo de hacer sonidos, gestos o gritar, sus padres podrían darse cuenta de que no estaba dormido.

La única compañía sin mal en su vida era Charlie, un pequeño oso con una elegante corbata de moño rojo, su mejor amigo y fiel compañero sin malicia, que nunca le mentiría sobre el amor.

Aquel oso sucio por sus lágrimas, se tragaba y guardaba sus secretos como una afelpada caja fuerte. El pobre peluche estaba igual de triste y cansado de ese eterno sufrimiento.

Apretó el muñeco contra su agitado pecho, tratando callar un sollozo con la cabeza de vieja felpa. Apoyó su espalda contra la puerta, no muy fuerte, la madera, ya estaba antigua y podría romperse. Lo azotarían por su insolencia.

Trató de levantarse, sollozando contra el peluche; calmó un poco su respiración y se fue a la cama. Tal vez si dormía, al otro día habría un sol perfecto entrando por su sucia ventana. Se acomodó entre las sábanas, se tapó y puso una almohada alrededor de su cabeza, sobre sus oídos, aún así el ruido no se iba, de hecho, se volvió cada vez más fuerte, al igual que sus sollozos ahogados por la tela.

Su padre había llegado ebrio una vez más, lanzando maldiciones y tirando cualquier objeto a su paso, lo peor de todo, era que una mujer de 'esas', lo acompañaba. Su madre, harta de todo el abuso de su marido. Intentó sacar al hombre de su casa, más se resistió. Trató de golpearlo, lo logró, varios moretones estaba ya en su pobre rostro. Aún así, la mujer seguía luchando por contra su esposo. Con respecto a la otra fémina, ella huyó enseguida vio a la otra salir furiosa y gritando de la cocina con un cuchillo en las manos.

Puso hasta su cabeza las sábanas, rendido. ¿De que serviría taparse si el frío seguía creciendo en su cuerpo?

Se sentó en el colchón, con el oso aún entre sus brazos. Se apoyó con la espalda contra el vidrio de su ventana. Todo en la calle parecía tranquilo a esa hora, a pesar de vivir en un barrio de mala muerte. Dos prostitutas platicaban y fumaban a la vez, los hombres ebrios salían del bar, y los vagabundos dormían sobre cajas. Hasta ellos parecían más felices que él. Volvió a mirar a la pared blanca frente a él, como si tuviera algo fantástico en ella.

Sonrió cínicamente, preguntándose en silencio porque no tenía una vida normal como cualquier niño de su edad. Quería jugar, tener amigos, tal vez una novia y desilusiones amorosas, como cualquier chico de su edad. Quería asistir la mayoría del tiempo a la escuela, poder llegar a casa y tener a su madre solo para él sin problemas, como lo había visto en sus compañeros. Su único deseo era un día normal, donde despertara y viera su casa limpia y ordenada, con un perro o gato sobre su cama, tal vez gato, esos le gustaban más, mejor un gato.

Love Of My Life;. 私の人生の愛  SUNGHYEOK;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora