Diecinueve

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Yoongi, Seokjin y SeokGi se fueron como a la una de la mañana. El pequeño había caído rendido después de tomar su leche. Se despidieron con un abrazo y prometieron quedar al siguiente día en el centro comercial, Seokjin iba a salir con Taehyung y le pidió a su esposo que cuidara de su hijo. El palido y Jungkook quedaron en ir a comprar ropa para los bebés.

Cuando el de hoyuelos cerró la puerta suspiró, sabía que tenía que hablar con Taehyung. Tenían que dejar las cosas claras; entre ellos no podía pasar nada.

Por más que el menor le guste, tiene que pensar en su esposo. Él no lo merece. Su cabeza voltea a la foto que reposa en la mesa de bienvenida, él abraza a su esposo, el castaño sonríe abiertamente a la cámara. La nieve siendo el fondo perfecto. Las montañas y el sol que las golpeaba sólo hacían la imagen perfecta. Jimin amaba tanto esa fotografía, recuerda que el señor que se las tomó era un granjero que no estaba muy actualizado, habían tardado 10 minutos enseñándole cómo usar la cámara. Había valido la pena en cuanto su esposo sonrió.

Cierra los ojos y camina hasta las escaleras, su mano toma el barandal y empieza a subirlas. Su mente quedó en blanco, ¿qué decir en una situación como esta? Santo cielo, es que no hay nada que decir porque es algo irreal, llega a caer en lo absurdo.

¿Por qué le tuvo que pasar esto a él?

Algo muy malo tuvo que hacer, lo sentía como un castigo. Uno horrible.

Llega hasta la puerta de la habitación de Taehyung y toca, espera unos segundos. Se escucha que cierran unos cajones, traga saliva y trata de pensar.

Su cabeza empieza a doler de repente, siente ganas de vomitar y su cuerpo se siente pesado.

¿Qué es esto?

Un sentimiento totalmente nuevo, no sabe descifrarlo. Nervios, vergüenza, ansiedad... ¿y si sufre un colapso? Sería patético.

—¿Qué pasa?

Tan sumergido en un letargo estaba que no se dio cuenta que Taehyung abrió la puerta. No parecía que hubiera llorado, hace un nota mental para darle las gracias a Seokjin... pero, ¿por qué?

—¿P-puedo pasar?—asqueroso, patético y asqueroso.

—Es tu casa—¿por qué él no parecía nervioso? Jungkook sentía que si caminaba iba a orinarse, temblaba y eso que adentro no hacia tanto frío.

Caminó y una vez dentro se sentó en la cama, Taehyung lo observaba recargado en la puerta. Tenía los brazos cruzados y su mirada denotaba cansancio. Jungkook dejó de mirarlo y observó el suelo, carraspeo. ¿No se iba a acercar?

—Puedes sentarte... s-si quieres—totalmente estúpido.

—Estoy bien aquí, gracias.

—Bien... —Jungkook asintió y respiró profundo—sobre lo de abajo en la cocina...

—Está bien, Jungkook. Un error, tienes esposo y lo amas. Lo entiendo, nada tiene que cambiar entre nosotros— ¿Cuándo iba a aprender Seokjin a no influenciar a la gente?

Conocía ese tipo de respuestas, de memoria. Era lo que el castaño le decía a su amigo siempre que peleaban. Que lo suyo era un error y que ya no lo iba a molestar. Terminaban besándose en cualquier esquina de su apartamento, corrían a Jungkook o lo obligaban a llevar a su hijo al parque.

—Taehyung, quiero dejar algo en claro. Me gustó... me gustó demasiado—Taehyung contuvo la respiración, habría esperado todo menos eso. Una pequeña sonrisa amenazó con adornar su boca, quería mostrar sus blanquecinos dientes y hacer alarde de sus dos medias lunas. ¿En serio estaba pasando?—pero tienes razón, tengo esposo y lo amo—que se vaya a la mierda.

¿ME PRESTAS TU VIENTRE?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora