Capítulo 1

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El viento frío choca contra su rostro haciéndole cerrar los ojos con fuerza. Se esconde parcialmente en su abrigo marrón apagado. Mira el cielo para encontrarse a las nubes grisáceas que no le permiten vislumbrar el llamativo azul y los rayos del sol.

Da un paso adelante. Su pierna se queja ante el movimiento. Se ríe por su fugaz pensamiento.

"Va a llover."

Se siente viejo por eso, aunque tampoco está errado. Lo sabe nada más ve a lo lejos como el mar está inquieto y los pájaros vuelan bajo. La primavera en Escocia significa mucha lluvia y mareas peligrosas. Hoy los barcos se quedarán encallados en el puerto.

Sigue su camino, ignorando el pinchazo en su rodilla. Hace días que se encuentra en el país y hoy ha decidido ser un turista más. Dejar de lado el motivo por el que vino e intentar disfrutar de la experiencia de vivir en un país extranjero, solo.

Totalmente solo, desde hace medio año.

Baja la mirada al suelo y hace una mueca. Un intento de sonrisa. Se pregunta como estará, aunque ya lo sabe.

Camina sin rumbo. Los monumentos, atracciones turísticas, no le interesan realmente. Será por eso que se ha escondido en un pequeño pueblo costero. Aspira profundamente. La salinidad llenando sus vías respiratorias.

Huele a casa.

Vuelve a sonreír tristemente. Se le está convirtiendo en un mal hábito, pero no puede reprimirlo. Tampoco parece algo merecedor de ello.

Cierra los ojos y respira hondo. Las olas chocando. Las gaviotas graznando mientras acechan la mercancía de los pescadores que se han atrevido a adentrarse en las aguas turbulentas que predicen la tormenta.

Sí, huele a casa, porque el mar, aún embravecido como la última vez que lo visitó, siempre ha sido y será su casa.

***

A pesar del frío y el viento del norte que se va fortaleciendo, el pueblo se haya en continuo ajetreo. Hoy es día de mercado y todos están aprovechando para comprar esas buenas ofertas.

Paseando por la calle principal puede ver como los puestos se tienen en pie a duras penas. Calculó mal y la tormenta va a llegar más pronto de lo que pensaba, pero los habitantes no muestran preocupación alguna.

Observa nostálgico la familiaridad única que solo un pueblo de pocos habitantes puede poseer. Su infancia se basó en eso. Un ir y venir por el puerto y las tiendas. Encandilando a las señoras mayores encargadas de algunos puestos con su inocente sonrisa y ojos risueños para conseguir un par de dulces. Todos le conocían y él conocía a todos. Se sentía siempre feliz y protegido.

Extraña esa sensación.

Camina con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo. Gira con su pulgar el anillo liso bañado en oro que tiene en su dedo anular. Debería quitarlo. Ya no tiene sentido tenerlo allí, pero eso significa pasar una etapa y aún no está preparado para eso, el dolor de su rodilla se lo recuerda diariamente.

Se para bruscamente. La armonía del ambiente hogareño es rota por una presencia que no es la suya. Con sus brumosos orbes color chocolate busca la causa de ello. La encuentra fácilmente, o más bien ella le encuentra a él. Una mirada azul más profunda que el océano mismo brilla impregnada de inocencia, miedo y confusión en su dirección.

Es un chico de unos dieciséis años. Complexión delgada y delicada. Su belleza dejaba sin aliento a cualquiera que se fijara en ella. Y sus ojos. Sus ojos habían robado toda la calma que portaba el hombre. Se notaba perdido y por las ropas maltrechas y la ausencia de zapatos, sin asilo ni medios económicos para encontrar uno.

Gorm-Shùil [KookV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora