1.La Cosecha

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1.  La Cosecha

Me desperté al oír llorar a Posy. Eran casi las 6 de la mañana asique cogí mis botas y mi bolsa de cazador y me dirigí al bosque a empezar una ronda de caza antes de la cosecha. Crucé la valla y conseguí cazar dos ardillas y fue un milagro porque la verdad estaba muy nervioso por la Cosecha y no podía apuntar bien. Era mi último año para participar y mi nombre estaba 42 veces en la urna. Todos los años pedía teselas para mí, mi madre y mis hermanos pequeños. Rory, Vick y Posy. Mi madre, Hazelle, trabajaba como lavandera; lavaba la ropa que le traían los vecinos de la Veta, y conseguía algunas monedas para leche o huevos. Yo me pasaba las mañanas cazando con Katniss para poder alimentar a mi familia y la suya.

Nos conocimos hace 4 años, yo tenía 14 y ella solo 12. Era una escuálida niña que había visto alguna que otra vez, además de que mi padre murió en la misma explosión en la mina que el suyo. Estaba en una de mis rondas de caza cuando de repente la vi olisqueando una de mis trampas.

<-Niña, ¿no te han dicho que robar está mal? -le dije.

-No estoy robando, solo estoy examinando las trampas.

-Bueno, ¿Cómo te llamas? -Susurró algo inaudible. –Entonces, Catnip, ¿Qué te trae por aquí? 

-Katniss -dijo más alto- Me llamo Katniss.>

Tenía los ojos grisáceos como yo, pelo oscuro y piel aceitunada, lo normal en la Veta. Pasamos el día charlando y cada vez me daba la impresión de que ya la conocía. Era algo tímida, pero sabía usar el arco, y se dedicaba a recolectar fruta para alimentar a su hermana, Prim, y a su madre. 

Fui a nuestro lugar de encuentro y esperé unos 15 minutos hasta que apareció, siempre puntual. Traía un queso de cabra envuelto en hojas de menta (lo prepararía su hermana) y unos panecillos.

-Hey Catnip, que tal.

-Bastante bien, quitando el echo de que hoy es el día de la cosecha. -Repartió el queso y los panecillos.

-Oh dios mío, el queso está exquisito. –dije imitando el acento del capitolio.

-Y que lo digas, y los panecillos, madre mía… espectaculares. –dijo siguiéndome el juego.

Como de costumbre bromeamos sobre el capitolio y cazamos algo. La notaba nerviosa, pero sabía que era por Pirm, ya que tenía 12 años y este iba a ser su primer año en la cosecha.

-Katniss tranquila, su nombre solo aparece una vez. –le dije en tono relajado.

-Lo sé pero… ya sabes, eso puede estar trucado y… nunca se sabe. Por muy pocas veces que aparezca puede salir. Mira tú, tienes 42 y nunca has salido, yo tengo 21 y… quien sabe.

Fuimos a llevarle a la hija del alcalde unas fresas que recogimos por el comino antes de ir a nuestras casas. Madge, adoraba las fresas y a veces nos pagaba bastante bien. Llevaba un vestido blanco y el pelo rubio en un elaborado recogido. Vi el broche que llevaba puesto, era una especie de sinsajo grabado en oro, y Katniss se le quedo mirando.

-Gracias por las fresas –dijo Madge mientras me daba unas monedas. –Toma, te servirá a ti más que a mí –dijo entregándole el broche a Katniss.

-Muchas gracias, es precioso… -dijo y ella cerró la puerta con una sonrisa.

Le di un codazo a Katniss a forma de despedida y cada uno nos fuimos con nuestra bolsa llena de comida.

En casa me bañé, y me puse una camisa gris que sería de mi padre y unos pantalones oscuros. Fui a la plaza y todo se llenaba de gente con forme pasaba el tiempo. Me tomaron sangre y me dirigieron hacia la parte en la que estaban los chicos de 18 años. Conseguí localizar a Katniss con la mirada, estaba preciosa con aquel vestido azul celeste y ese recogido. Bromeé sobre Effie Trinket, la representante del distrito 12 en Los Juegos Del Hambre y su extravagante aspecto y Katniss lo entendió todo ya que solíamos hablar por gestos. Era la hora de empezar. El alcalde dio su interminable discurso sobre Panem, y sobre los distritos.

-Damas y caballeros, señores y señoritas, ¡Bienvenidos a los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre, que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte! –dijo Effie con su voz chillona y su habitual sonrisa extremadamente artificial. Como odiaba al capitolio, y todo lo que estuviese hecho allí. 

-Como siempre, ¡Primero las damas! –metió la mano en la enorme urna, removió un poco lo papeles, saco uno del fondo y dijo en voz alta y clara: -Primrose Everdeen.

No. No no no. No me lo podía creer. No, esto no es real. Prim, la pequeña y dulce Prim de tan solo 12 años por la que tanto tiempo habíamos estado su hermana y yo luchando para que tuviese el estómago lleno, y ahora, el capitolio se la llevaría como un halcón a una cría de ratón. La vi acercándose al escenario improvisado, pasmada y de repente Katniss se acercó gritando fuera de sí: -¡Me presento voluntaria! ¡Me presento voluntaria como tributo!

Me acerqué a Prim y la cogí por la cintura, casi se me saltaban las lágrimas pero no iba a llorar. La agarré con más fuerza, ya que no paraba de gritarle a Katniss y la llevé con su madre, que estaba pálida y temblando. 

-Muy bien, ¿Cómo te llamas querida? –preguntó Effie.

-Katniss, Katniss Everdeen. –La voz le temblaba.

-Perfecto, Katniss será nuestra tributo femenina. –Sonrió y se acercó a la urna de los chicos, metió la mano y cogió un  papel de la superficie rápidamente, había tensión en el ambiente. –Peeta Mellark.

Peeta Mellark. Me sonaba ese nombre, enseguida le localicé y era el hijo del panadero, al que le cambiaba las ardillas por panecillos algunas veces. 

-¡Un aplauso para nuestros tributos! –dijo Effie, pero nadie aplaudió. Todos se llevaron los tres dedos centrales de la mano izquierda al corazón y después a la boca y la plaza se llenó de manos extendidas. Era el símbolo que teníamos en nuestro distrito a modo de protesta cuando no nos gustaba algo. El silencio.

Llevaron a Katniss y Peeta al edifico de la Justicia para que se despidiesen de sus familiares. Entre después que su madre. No tenía la cara roja, ni señal de lágrimas. Era fuerte, lo sabía. En cuanto me vio se acercó y me abrazó durante un largo rato. 

-Katniss eres fuerte, sabes cazar, si consigues un arco puedes sobrevivir fácilmente.

-No siempre los hay.

-Los habrá si les demuestras que eres buena. –vino un agente de la paz para decir que debía irme. –Katniss se fuerte, tu puedes con eso y más ¡y recuerda que te...! –la puerta se cerró de golpe y me quedé con la palabra en la boca. Ahora posiblemente la vería morir sin ni siquiera haberle dicho que la quería.

Gale HawthorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora