[[T@gged]]

Please, Tommy...

Tras todo el día muriéndome de nervios, ya estamos aquí.

Teresa y yo vamos de camino a la fiesta. Al final, me traje el patinete porque sé que voy a acabar cansado y no quiero que Thomas vuelva a llevarme en la espalda como si fuera un niño pequeño. Tengo este monopatín desde los doce años; recuerdo de sobra todas las veces que me caí de bruces al suelo por bajar la rampa del parque subido en él, nunca le hacía caso a mi madre cuando me decía que tuviera cuidado y como tampoco me gustaban las rodilleras... bueno, solía llevar los codos y rodillas marcados para casa.

Y siempre la típica frase que me hacía entre reír o sentirme mal "Ya sé que te duele ¿Pero la ropa está bien?"

Hice la máscara con la ayuda de mi hermana, quien tiene una increíble mano para todo tipo de manualidades, las luces de neón funcionan genial y el color verde es igualito que el del vestido que me prestó. Al final, como era viejo y no lo iba a usar más, le hice unos cuantos cambios. Corté lo que es la falda para hacer una camisa por las rodillas, con picos irregulares, lo pinté de sangre y deshilaché un poco. Debajo llevo un pantalón vaquero negro con una chaqueta de cuero del mismo color. Por si las moscas, Sonya me ha dado la navaja que siempre se lleva cuando sale.

–¿Crees que vas a encontrar hoy al chaval famoso que siempre me describes y no encuentro por ninguna parte? –Teresa se echa a reír. Pero es cierto, siempre me está diciendo que le consiga un novio de ojos claros, flequillo de lado, capucha... pero no encuentro a nadie que me parezca bueno para ella. En ese tema parezco yo el mayor de los dos.

–La mayoría de los que van a ir son del instituto, dudo mucho que vaya a encontrar a nadie. Y la noche de la purga no me parece la ocasión más indicada. –

–Y yo qué sé, por probar no pierdes nada, a ver si así me dejas un poco en paz con el mismo tema del demonio. –

–Cuando tú dejes de cortarte las muñecas, yo encontraré novio. –

–No es lo mismo, Teresa. – Veo de reojo como abre la boca para decir algo más, pero la cierra antes de hablar, me imagino que no tiene ganas de ponerse a discutir sobre ese tema ahora mismo, los dos somos conscientes de que no voy a dejar de hacerlo. A veces, me da pena, Teresa ha tenido muchas razones para derrumbarse a lo largo de su vida y siempre se lo ha guardado para preocuparse por mí y por todos los que tiene cerca, se merece un mejor trato del que mucha gente le da.

Aún recuerdo perfectamente el día que me enteré de todo lo de su padre.

Volvía del colegio para hacer un trabajo con ella, teníamos unos once años. Cuando el hombre nos abrió la puerta estaba enfadado, incluso podía ver como se le marcaba una vena en la sien. Nos preguntó que por qué nos habíamos retrasado tanto y me impidió pasar, dijo que tenía que hablar seriamente con su hija. A la mañana siguiente, a Teresa la llevó su madre a clases; la madre de la niña siempre usaba mucho maquillaje, vestía de manga larga y estaba realmente delgada, era como una versión adulta de mi amiga. Llegó con el ojo morado y no quiso contestarme cuando le pregunté qué le había pasado, se limitó a soltar que se había caído y no dar más respuestas, a pesar de mi insistencia. Comprobé que cada vez que llegábamos tarde Teresa volvía con una herida a clase.

Hasta que una tarde, rompió a llorar y me lo contó todo.

Como un estúpido, quise ir a hablar con su padre, me dio una buena paliza, les dije a mis padres que me había peleado, que no era nada importante. No quería que le hicieran algo al padre de mi amiga por si algo le podría pasar a ella por mi culpa. Al mes siguiente, la madre de Teresa se fue, dejándola sola con su padre, y como yo cumplí los doce me fui al instituto en Inglaterra. Me sentí horrible por haberla dejado. No tenía abuelos o tíos con los que quedarse.