H o n g o

39 4 0
                                    

— No puedes irte de aquí.

Su voz sonó tan seria que me recordó  cuando papá hacía tratos con otros agentes formales de su agencia de coches robados... No tenía la mejor vida, lo admito, pero mi padre siempre fue cariñoso conmigo y trató de sacarme adelante incluso si se trataba de robar autos en el supermercado.

— ¿Por qué no? —Entre cerré los ojos dejando el plato de champiñones a un lado.

— Porque te he estado observando —Pareció encogerse de hombros con una sonrisa cuadrada— Eres diferente a todas. —Dijo seguro de sí mismo. 

Oh no, aquí iba el típico discurso que me dio mi primer y único pretendiente: Eres diferente y nadie es como tú.

— ¿Así? ¿Qué tengo de diferente? Parece que no prestas mucha atención. —Con mi propio dedo señale mis ojos— Ni siquiera son de un color brillante y bonito, son negros. Hay muchas chicas con ojos negros allá afuera.

— Pero todas ellas tienen una vida plácida —Me miró con una mueca incómoda—, cuando me asomé a tu ventana, estabas sumergida en una tina con sangre en las muñecas —Se tronó los dedos mirándome sin ninguna expresión— No quieres la vida de allá afuera, ____ 

— ¿Eh? —Solté un sonido de confusión para ver mis muñecas sin ningún corte.

Ahora lo recordaba perfectamente, traté de suicidarme por segunda vez sin éxito, la primera fue con pastillas pero alcanzaron a llegar... Mi tía y su esposo, el que abusó de mí, el que me quitó toda la inocencia que debió entregarse a otra persona.

— ¿¡Tú no dejaste que muriera!? ¡Peter pan! ¡Por fin lo iba a lograr! —Exclamé enojada pegándole en el pecho con frustración— ¡Busca a otra chica! ¡Hay muchas prostitutas allá afuera!

— Sólo te ayudé, _____ —Me tomó de las muñecas y forcejeé con coraje— Ahora tendrás una nueva vida sin sufrimientos, gobernaras aquí, conmigo —Me sonrió amablemente a pesar de que estaba golpeándole con brutalidad en el estómago. 

No sé como o porqué razón, pero su voz logró tranquilizarme, el tacto de sus manos era frío pero me gustaban los escalofríos que me provocaban al tacto con mi piel, tanto así que mi despecho y rabia por no realizar mi plan mortal, se bajó como un termómetro caliente al colocarlo en agua fría. ¿Por qué ahora me miraba con esos ojos de bambi tan bonitos? ¿Y por qué me sentía tan débil?

Él puso su mano sobre mi oreja para acercarme a su pecho, abrazándome, pero sin soltar su mano izquierda, guiándola a su pecho y apretando mi muñeca, aunque dolía me sentía relajada.

— _____-ah, no tienes porque gritar en las noches que él pare, porque ya no esta aquí. —Siguió sonriendo— Puedo matarlo si quieres...

Príncipe Encantador;LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora