Ambrosía celestial

I. Ambrosía celestial

¡Qué enigmática es nuestra mente!
Tan contradictoria,
tan hipnotizante,
tan errónea.

Te vi, me miraste
y cual hechizo amoroso
me rendí ante tu imagen.

Eras la fruta prohibida,
el rumor entre las damas,
el elixir que jamás debió tentar mi vida.

Porque no sabía que me llevarías
a una travesía
que sólo sería de ida.

Ojalá alguien me hubiera advertido,
cuando aún cautiva en mi desidia
te probé,
que no volvería a ser la misma,
para poder haberme despedido.

Cegada de deslumbres y ojos oceánicos
cada vez más te quería,
acostumbrándome
a tu dulce y ácida cercanía,
a tu sonrisa cálida y a la vez tan fría,
a tus manos ásperas que aprendí a sentir como plumas,
observando a detalle
tu débil armadura.

Eras como Eros:
el amor corriendo por tus venas.
Aunque jamás lo aceptaste
y nadie debía saberlo,
como la caja de Pandora tampoco debía abrirse.

Es que ni te conocía,
apenas eran vistas lo que algo de ti tenía.
Pero sin cuidar de mí seguí

abriéndote poco a poco,

no sabiendo a lo que me atenía.

Y un día,

Cual rayo poderoso
producto de algún dios enfurecido
destruiste mi templo del Olimpo
dejando el vestigio del horror
y mi cuerpo en un limbo.

Tan vacío de riqueza
tan lleno de olvido,
un terrible caos
como jamás lo he tenido.

Tú y sólo tú
podías llegar a la cima
y lanzarte al mar de la desesperación
llevándome contigo.

Así que sólo me quedaba aguardar
a que los dioses decidieran
tu próximo accionar.

Pero qué problema mi ansiedad,
que atentó sin piedad
con dicha espera,
haciendo que retrocediera,
aún en alta mar.

Oh, mi Eros,
cuando quisiste retenerme
suplicando que volviera
descubrí que pasé a ser yo
la fruta prohibida
que no debías mirar siquiera.

Era difícil de creer
cuando yo te di
hasta lo que no he tenido
y todo lo he permitido,
perdiéndome a mí misma
durante el navío,
Mientras que conociendo tu gran vacío,
me sumergí en ti
cambiando mi destino.

Pero ya no más, ¡Te lo prometo!
¡No me esperes!
¡Ya no te quiero!
¡No me llames!
¿Qué me has hecho?

Y aunque solo basta con pensarte
para que remonte vuelo
y sólo tienes que llamarme
para que vaya a tu encuentro,
ya no eres todo lo que quiero.

Aunque fuiste idílico,
caótica divinidad del cielo,
finalmente proveniente del infierno.

Y ahora tendré conmigo el recuerdo
de tu ambrosía celestial o, según tú,
amor del "bueno",
que me llevó a conocerme más allá
del universo.