– ¿Está listo ya?
– ¡No seas tan impaciente!
Ccino se llevó las manos al estómago y se tumbó en el sofá.
– ¡Pero no puedo esperar más!
– ¿¡No puedes esperar cinco minutos!? ¡Y no pongas los pies en el sofá!
Nigthmare estaba en la cocina, con un delantal sobre la ropa y un cucharón en una mano. Miraba a Ccino desde la ventaba que comunicaba ambas habitaciones, y Ccino estaba seguro de que ese olor que salía de detrás del mayor no podía ser algo saludable.
Sin embargo, tenía hambre. Y cuando Ccino tenía hambre, podía incluso comer aquella cosa que escuchaba burbujear desde el salón.
Aunque ahora, casi por primera vez en la vida, estaba bastante enfadado con su estómago. Hacía solo una media hora, Nigthmare y él habían continuado aquél pequeño juego de besos que había ido convirtiéndose poco a poco en unos besos más profundos, más largos, incluso más inconscientes... Pero todo había cambiado cuando, de repente, se escuchó por toda la casa un rugido salir del estómago de Ccino, rompiendo total y rotundamente el escenario romántico, y devolviendo a los dos la atención al mundo real. Se disculpó con insistencia y extrema vergüenza, pero Nigthmare había mantenido una actitud enfadada y molesta aun cuando se había ofrecido para preparar el almuerzo.
– ¡Escucha, no lo hago porque tengas hambre! ¡Es que no he comido nada en todo el día! ¡Lo hago por mí, no por ti!
Así que se había encerrado en la cocina y había dejado al albino solo en el sofá... Y lo peor era que Ccino ni siquiera había tenido respuesta de su confesión.
–Estúpido estómago -Murmuró, enterrando el rostro en un cojín.
Mientras el silencio llenaba la sala, no pudo quitarse de la cabeza la situación de hacía solo unos minutos. Todavía podía sentir el sabor de Nigthmare en su boca, y sentía muy fuerte su olor a pesar de que estuviera a varios metros de él. ¿Tal vez no le había escuchado? ¿O le había ignorado para no tener que darle un incómodo rechazo? La verdad era que ya no sabía qué pensar.
El sonido de la puerta de la cocina le trajo de vuelta de sus pensamientos. Alzó la mirada para ver al mayor llevando a la pequeña mesa de la madera del comedor dos platos con un contenido que se parecía a unos ravioli. Aunque estaba seguro de haber visto algo violeta.
–... ¿Qué es eso? -Preguntó acercándose al mayor.
– ¿Es que no lo ves? -El mayor alzó la cabeza para mirarle con su ceja derecha levantada- Es pasta.
– ¿Sabes? Si yo fuera italiano, me sentiría insultado ahora mismo.
– ¿¡Qué quieres decir!?
Sin responder a su pregunta, se limitó a sentarse con una sonrisa delante del plato. Notablemente herido en su orgullo, Nigthmare se sentó en el asiento que estaba frente al albino y se quedó en silencio durante un momento, mientras Ccino terminaba de examinar aquella extraña mezcla.
– ¿No vas a comer? -El pequeño murmullo del mayor hizo que alzara la cabeza. Y al hacerlo, se encontró con los brillantes violetas del mayor fulminándole directamente. Se encogió de hombros y sonrió antes de darle un último vistazo al plato.
– ¡Buen provecho! -Exclamó con el tono que había escuchado a los dibujos que le gustaba ver en la televisión, pinchó uno de los raviolis con el tenedor y se lo llevó a la boca.
Se le escapó un suspiro de sorpresa y abrió los ojos más de lo humanamente posible. Poco a poco devolvió la mirada al mayor, que parecía ocultar una mirada de expectativa, aunque tuvo la sensación de que su reacción le había echado un poco hacia atrás. Masticó lentamente y, después de medio minuto, tragó.
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Siete días para amarte
Romance-¿Quieres salir conmigo? El rostro de Nigthmare se congeló. Al igual que lo hizo el de Ccino, antes de que ambos pudieran asimilar lo que acababa de decir, y el rojo se apoderase de las mejillas del albino. Y juraría que también vio un ligero respla...