Jueves por la mañana

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Aquél día, Nigthmare no fue a clase. A pesar de esperarle durante más de una hora en el lugar donde los días anteriores le había encontrado por la mañana, no hubo rastro del mayor mientras la marea de estudiantes se dirigía a sus respectivas escuelas. Había revisado el reloj varias veces, y estaba seguro de que había ido a la misma hora, casi exacta, a la mañana anterior. Sin embargo, no encontró la cabellera obscura bien peinada y los ojos amatistas que estaba buscando durante toda la mañana, hasta que pasada una hora del inicio de las clases, decidió que Nigthmare no iba a aparecer tan tarde.

–A lo mejor ha tenido que ir antes al Consejo Estudiantil... -Considerando esa posibilidad, decidió ponerse en marcha hacia el instituto, esperando encontrar al mayor en el aula de su clase.
Llegó al edificio un poco antes de que la tercera clase de la mañana, por lo que le dio tiempo de inspeccionar en los lugares donde podría haber estado el mayor. La puerta del Consejo Estudiantil estaba cerrada con llave, y en el lugar de la clase de tercero, la que estaba justo encima de la suya, en el asiento donde debería haber estado sentado el chico con el que estaba saliendo, solo había una silla vacía. Entonces, ¿realmente no había ido a clase aquella mañana? Algo desanimado, el menor se dirigió a su aula.

Ignoró las miradas de sus compañeros cuando entró a la clase antes del comienzo de la segunda hora, saludó a Arrow con un gesto que el peliturquesa no respondió con palabras, y se sentó a dejar que pasaran las horas sin escuchar una palabra de lo que decían los profesores. No hubo tiempo para que ningún compañero pudiera hablarle, o para que él pudiera hablar con su mejor amigo, las clases pasaron como lo harían en un día cualquiera, ignorando el hecho de que Nigthmare no estaba en el instituto.

Por su parte, Ccino pasó las siguientes horas dándole vueltas en la cabeza a la ausencia del mayor. Era cierto que después del beso del día anterior hubo un silencio incómodo entre ambos durante un momento, pero estaba seguro de que después había logrado aliviarlo con uno de sus ingeniosos comentarios. Incluso recordaba haber visto una sonrisa en el rostro del de ojos violetas antes de darle la espalda y ver cómo su figura desaparecía entre las calles y la luz del atardecer. No era posible que eso le hubiera afectado tanto como para saltarse las clases, ¿verdad? ¡Definitivamente él no era el tipo de persona que haría eso!

– ¡Bien! ¡Entonces iré a su casa, no me queda otra opción! -Exclamó, casi poniéndose en pie cuando sonó la campana que indicaba el final de la mañana y el comienzo del descanso de la comida. Algunos de sus compañeros se giraron para verle, posiblemente los que esperaban una pelea como la del día anterior con sus vecinas de pupitre. Sin embargo, y contra todo pronóstico, estas tres chicas habían estado extrañamente tranquilas desde que Ccino entró a la clase. Ni siquiera habían cuchicheado sobre la ausencia de Nigthmare, y tan solo giraron la cabeza cuando vieron al albino recoger sus cosas, despedirse de Arrow, y salir corriendo por la puerta del aula.

El plan del albino era bastante sencillo: ir a casa de Nigthmare para comprobar si estaba bien. Sí, un plan sin ninguna complicación, o al menos no en teoría. Pero rápidamente, se encontró con un obstáculo principal:

–... ¿Dónde estaba su casa?

El beso del día anterior había callado los intentos de Ccino de convencer al mayor para llevarle a casa, pero también las insistencias del otro chico para que no lo hiciera. Al final se habían separado allí, por lo que la única referencia que había en su cabeza era aquél cruce donde se había producido el beso.
Así que ahora se encontraba con la necesidad de encontrar a alguien que pudiera darle la dirección del mayor y salir hacia allí antes de que terminara el descanso de la comida, ya que no creía que fuera muy fácil salir en bicicleta del instituto mientras se suponía que tenía clases.

Siete días para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora