Ápices de un corazón

Una puñalada con sabor a traición.

 Y es que me pesa. Me pesa la cantidad de puñaladas en la espalda que me dieron personas en las que confiaba. Amistades por las que lo di todo para que después se olvidasen de mi tras una puñalada. Porque he confiado en gente que pensé que no me fallaría. Porque pensé que eran diferentes. Que ilusa fui. Me dejé el cuello por ellos para que se fuesen con otros. Les traté como a lo puto mejor y me dejaron en la mierda. Porque la gente siempre tienen dos caras, la que te muestran, y como son realmente. Y como tonta confío, confío hasta cuando me dicen que esa gente no me conviene. Y así me pasa, que no aprendo hasta la puñalada. Y luego lloro, y lo paso mal, por tonta. Porque es mejor ser frio y que se ganen tu confianza a regalarla como migas de pan. La carga de decepciones me pesa en la espalda. Tantas personas por las que todo lo di y ya no son nada. Van de amigos un día y al otro se olvidan de ti. Estas ahí cuando lloran para que luego a la espalda te pongan verde. Y es que así es la puñalada con sabor a traición. De quién menos te lo esperas. De quién más duele. Con quien estuviste cuando los otros le dieron la espalda. ¿Amigos? Amigos solo hay cuatro. Los cuatro que se matan por ti para que sigas adelante. Los que te dicen: tía, esa gente no te conviene. ¿Los demás? Solo pasan de largo en tu vida para darte la patada y que aprendas del dolor. Que mienten, mienten y te dicen que no se irán, o que estarán ahí siempre, que si lo necesitas ahí están, pero luego luego son los primeros que se van cuando todo va mal.