La chica del corazón roto y el chico del corazón malherido.

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Me gusta recordarte como la persona que mejor me hizo sentir y la que más dolor me causó. 

Y es que fuiste aquella luz que me mostró la salida de aquel pozo en el que yo misma me había hundido. Tú, que pintabas mis días grises de color azul. Tú, que convertías mis lágrimas en sonrisas. Tú, el chico de ojos verdes y el corazón herido. El chico que buscaba sanar este corazón malherido, el joven valiente que la quiso todo lo que ella no se quería. Y es que mi corazón latía a cien por hora cuando miraba aquellos ojos verdes que me tenían tan hipnotizada.

Pero nuestros caminos estaban destinados a separarse como dos coches que se cruzan en la noche por la carretera, como dos gotas de agua que se deslizan por la ventana una mañana de noviembre. Nuestro destino era querernos, pero no estar juntos. Tú no eras para mi. Yo no era para ti. Y ambos lo sabíamos.

La chica del corazón roto.

El chico del corazón malherido.

Los corazones hechos pedazos capaz de complementarse pero no amarse.

Y es que decir adiós duele, claro que duele. Pero a veces, cuando queremos a alguien debemos dejarlo ir. Porque sabemos que sin nosotros podrá volar, extender sus alas y alzar el vuelo. 

Ella debía dejarle ir, y le quería, claro que le quería, le quería más que a nada en el mundo. Ella se había enamorado. Pero ella era un pájaro con el ala rota y el un salvaje ruiseñor, y ella no podía encerrarle en su misma jaula. Ambos sabían que se harían más daño de lo que podían quererse.

Por eso ella debía quedarse en su jaula, con sus alas rotas, su corazón roto y el dolor de dejarle ir.

Ápices de un corazónWhere stories live. Discover now