Done.

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El amor es aquello que nos mantiene vivos. El amor es el sentimiento que ha perdurado desde el principio de nuestra existencia. Y sin él... no somos nada, absolutamente nada.



Hay muchas maneras distintas para amar, pero hay una que no se compara a la de nadie más, y esa, es la de Huang RenJun.



—¿Cómo? —preguntó, desconcertado. El mayor sonrió.



—Lo que oíste. Quiero que seas una de mis pinturas —repuso—. ¿Quieres? —le extendió la mano, esperando a que dijese que sí.



Jeno no sabía cómo reaccionar. ¿Cómo era posible que alguien como él, llegase a ser parte de una de sus obras de arte? Ser plasmado en un lienzo por RenJun era una idea formidable, pero no sabía si debía de hacerlo. No se sentía digno.



—¿Yo? Pero... no lo merezco —dijo, tímido. Sus mejillas se tornaron rosadas por enésima vez en el día. Bajó la cabeza para que el chico no lo notara.



RenJun sonrió de lado, y con sus delicados dedos tomó el mentón del chico, levantándole la cabeza para que lo mirara.



—Oh, sí que te lo mereces. Y aún más que eso. Deberías estar en una galería, porque eres una obra de arte —RenJun lo miró por unos segundos, y luego, besó su frente. Jeno estaba totalmente embalado con sus encantos, por lo que se limitó a sonreír porque su mente estaba en blanco.



Jeno le miró a los ojos, y pudo ver en ellos un brillo especial. Los ojos almendrados de RenJun eran muy bonitos, y se escondían entre sus párpados cada vez que sonreía, como ahora.



Pudo vislumbrar, a pesar de la tenue luz, sus mejillas color melocotón, y sus labios rosados. Quería besarlo, pero no se atrevía.



—Yo... ehm... —titubeó. RenJun le guiñó un ojo, demostrándole que podía confiar en él.



—Vamos, no seas tímido —dijo en un tono de voz bajito, mientras se acercaba a él y añadía en un susurro—. Confía en mí. Di que sí.



No pudo no ceder cuando vio que el mayor alejaba su rostro de su cuello, y cruzaban miradas. Su piel blanca como la leche brillaba ante la luz de la noche, y los edificios se reflejaban en sus brillantes orbes. Se quedó embobado mirando, y luego, claudicó.



RenJun extendió su mano, esperando y confiando de que Jeno pondría la suya; no se equivocó. Sonrió victorioso. Era todo suyo.

the art of blood ー norenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora