Salió muy velozmente del recinto, cuidando no alejarse demasiado, pues era el único a cargo de la seguridad. Pensaba en quemar las hojas para que no quedara rastro, pero inmediatamente supuso que sería imposible, porque se vería el humo en la calle y alguien lo podría ver y dar aviso a la policía. Decidió solo botar todos los restos del libro en un basurero grande que estaba a 3 cuadras del condominio. Tan rápido como las echó, así mismo se encaminó a volver, pero con la sensación de que no debía hacerlo, que simplemente debía huir a su hogar sea como sea a esa hora de la noche.
No quería entrar debido a que no sabía qué había ocurrido y quién había destrozado todo el libro. Pasaron todo tipo de hipótesis por su cabeza, pero todas absurdas y poco probables. Se encerró en la caseta otra vez, poniendo real atención a cerrar muy bien la puerta. Se descompensó en el asiento, un nerviosismo acompañado de una transpiración helada y sudoración en las manos empezaron a enfermarlo. Miró para todos lados otra vez y decidió apagar la luz, así podría ver mejor hacia el exterior, porque con la luz encendida su reflejo era el que prevalecía principalmente en el interior. Ya a oscuras los vidrios de las cuatro paredes le permitían visualizar todo a su alrededor.
Pasaron los minutos, mucho tiempo, sabía que tenía que ir a marcar los puntos en lo que sería la primera de tres rondas de la noche. Agarró el teléfono fijo y marcó el número del guardia que había estado antes que él, sin pensar qué le iba a decir. Sus dedos temblaban levemente al apretar los números y su vista se le nublaba a ratos. Lo del miedo a la oscuridad que siempre lo había acompañado, se le estaba haciendo notar. La línea estaba muerta. Intentó llamar a su papá en casa, al administrador y a otro guardia más, pero ninguno funcionó, el teléfono estaba muerto. Sintió un tirón fuerte y el aparato cayó al pequeño piso de la caseta, debajo del asiento. El joven quedó congelado. Salió rápidamente del lugar y se dispuso a retar a alguien porque tenía la vaga esperanza de creer que todo era una broma. Descubrió que el cable que venía desde lejos y se adentraba a la caseta, estaba cortado y colgando sobre el techo de un auto cercano. Se acercó lentamente al cable, ayudándose con su linterna vio que estaba como cortado con dientes o algo así y que tenía un líquido azul adherido en la punta. No quiso tocarlo. Quedó pensativo e inquieto.
Era la hora de ir a marcar la primera ronda, agarró el aparato de marcación y la linterna y se dirigió sin pensar tanto al primer punto, luego al segundo y así. Caminaba sobre el pasto, bajaba y subía pequeñas escaleras, caminaba por el centro de la calle interior del condominio, por angostas veredas, por atrás y por al frente de los edificios, recorrió todo en cuanto estaban repartidos los puntos. Nada lo asustó, estaba totalmente concentrado en lo que estaba haciendo, intentando cantar una canción en su mente para no distraerse.
De pronto un pensamiento le comenzó a hacer ruido en su cabeza, levantó la vista y se fijó que nada ni nadie había. En una noche normal, se veían algunas luces encendidas de departamentos, alguna que otra conversación, a veces risas, ladridos de perros a lo lejos, alguna mujer gimiendo de placer, etc. Pero nada había, estaba todo envuelto en un espectral silencio. Era como si nadie viviera en los departamentos, ni un perro caminando, ni un gato, ni polillas volando, nada. Él pensó ser el único vivo en todo el lugar y eso lo aterró más. Se detuvo un momento a pensar, porque solamente le quedaba ir a marcar el último punto. Pensaba en simplemente no hacerlo, en volver a la caseta y hacer como que se le olvidó, pero ya había tenido problemas con su jefe por la misma mentira y ya estaba al tanto que no le volverían a creer lo mismo. Así que decidió ir. Caminó muy lentamente, como queriendo que el tiempo se extendiera para no llegar nunca, hasta que al fin llegó a la orilla del árbol. Abrió una pequeña reja de acceso y bajó las escaleras. Sus ojos se mantenían mirando el suelo, tal como lo hacía siempre, apuntando su paso con la linterna. Llegó al lugar donde estaba el punto y levantó su brazo para acertar. Algo viscoso se le pegó en la mano izquierda. Un frío atravesó su tórax en un segundo, dio un salto para atrás y se apuntó con la linterna, un líquido azul se le pegó en el borde de la mano, incluyendo sus dedos meñique y anular. No quiso olerlo, ni mirarlo más de cerca, solo se limpió con la chaqueta con un gesto rápido. Estaba aterrado, no quería levantar su vista para ver qué era lo que manchaba el punto, pues corría el riesgo de mirar al interior del viejo departamento abandonado. Sin pensarlo, miró. El punto de imán estaba sumergido en ese viscoso líquido, como si alguien lo puso ahí para tenderle una broma, o una trampa. Sin darse cuenta, se quedó pegado mirando para el interior del ventanal. No podía moverse, solo miraba la horrible oscuridad que había dentro. Sentía en su mente que algo lo llamaba. Unas lágrimas cayeron por sus mejillas, lo que lo hizo recapacitar. Salió corriendo del lugar, dejando botado el aparato de marcación y la linterna encendida, debido al horror que lo consumió.
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Trabajo de noche.
ParanormalAlgo raro se esconde... está al acecho... quiere una nueva víctima...