Llegó al comedor, abajo dónde estaban los casilleros. Encendió todas las luces y se encerró en uno de los baños. Estaba llorando aún, realmente no sabía qué estaba pasando. Solo recordaba ese supuesto llamado en su cabeza, no podía identificar qué era exactamente. Su mano izquierda le ardía, así que la miró y se la fue a lavar con abundante agua. La llave dejaba correr el agua, él se miraba al espejo mientras, observaba su rostro y al verse pensaba en que quizás todo era una broma o que quizás era una pesadilla, pero esas dos ideas eran absurdas, porque una broma de ese nivel involucraría a todos los habitantes del condominio y porque una pesadilla tan real no podría ser posible. Bajó su vista y vio un color rojo oscuro, se alarmó. Su mano estaba botando sangre, que con el fuerte chorro de agua se estaba esparciendo por el lavamanos. Levantó la mano y la miró con mucho susto. En donde le había tocado el líquido, se le estaba empezando a ver la carne viva, el ardor acabó, no sentía dolor por el momento, pero sí que estaba aterrado. Salió del lugar a la superficie, pensó en pedir ayuda en algún departamento, así que corrió a un primer piso y comenzó a golpear la puerta con nerviosismo.
Nadie abrió, golpeó más y más fuerte, hasta llegar a golpear haciendo fuerza con todo el brazo derecho. Paa!! Paa!! retumbaba en la puerta y nadie salió. En una situación normal, el solo hecho de golpear así, era para llamar a la policía o para poner una tremenda queja contra el guardia en administración, lo que le podía costar el trabajo. Pero en las circunstancias en las que estaba, no le importó. Corrió a otra puerta e hizo lo mismo, pero de un principio golpeando con toda su fuerza. Estaba solo, nadie estaba con él acompañándolo en el condominio. Eso pensaba todos los segundos desde ahí en adelante.
Lo único que se le ocurrió hacer fue en salir a la calle y en correr para ver si veía un auto o a alguien caminando. Abrió la puerta principal y caminó agitado, su mano izquierda la tenía levantada pegada al pecho, la miraba a ratos para ver cómo iba la herida, pero esta se mantenía igual. Ya no le dolía ni se le expandía, tampoco sangraba. De un momento a otro, en la acera oscura de la calle, pegada a unos árboles y pasto, vio que alguien se acercaba. Sus pasos eran menudos y su contextura delgada. Quedó inmóvil esperando que llegara hasta él. Era una joven residente del condominio que vivía en uno de los edificios. Se alegró inmediatamente al verla, sintió un tremendo alivio. Ella al verlo, le sonrió y desvió la vista para seguir su trayecto y empujar la puerta metálica para entrar. Él fue detrás de ella y la detuvo, poniendo su mano buena en su hombro. Ella se asustó un poco, pero como lo conocía lo saludó y le preguntó que le pasaba. El joven con mucho apuro le explicó rápidamente lo que había pasado, omitiendo por supuesto lo del libro de los guardias. Ella se limitó a sonreír, creyendo quizás que todo era una broma o pensando que exageraba, hasta que él le mostró la mano izquierda y reveló la carne viva, pero ahora ya se le veían los huesos y algunas larvas blancas devorando muy despacio los dedos. Él se espantó, jamás se dio cuenta de eso en tan pocos minutos y ella dio unos pasos hacia atrás tapándose la boca con una mano y mirándolo con los ojos desorbitados.
—¡¿Cómo te ha pasado eso?! —dijo ella alterada.
—¡Te lo dije!, algo raro tocó mi mano y he estado pidiendo ayuda, pero no hay nadie en ningún lado.
—¡Ven, vamos a mi departamento, tengo un botiquín!
Fueron los dos corriendo en dirección al departamento, sin antes haber cerrado muy bien la puerta principal con llaves. Subieron las escaleras velozmente, ella no decía ninguna palabra. Entraron y ella se dirigió al baño, él la siguió. Encendió la luz y abrió el botiquín, él levantó la mano y nada había, estaba totalmente sana. No supo en qué momento había mejorado, no lo sintió, ni siquiera se le ocurrió ir mirándose en el trayecto para ver la evolución. Ella lo quedó mirando, pensando que todo había sido una broma y que tal vez, había sido un guante o una pintura lo que el guardia se había puesto. Él no sabía qué decir y la miraba en silencio, con el corazón latiéndole a mil por hora. Ella puso las manos en las caderas y lo miró un poco enojada.
Salió del baño y se perdió en un cuarto. El guardia quedó en el baño, mirando su mano izquierda por todos lados, pensando en que se estaba volviendo loco y que había sido una ilusión de su mente, pero que ella también había visto, no tenía sentido. Decidió irse rápidamente en silencio y a paso firme, cuando la mujer lo detiene en el pasillo completamente desnuda. El reflejo de la luz que salía del baño, le bañaba el cuerpo. El joven quedó impactado, ella era una de las mujeres que siempre miraba cuando tenía la oportunidad, en las noches que iba a trabajar, le atraía. Tenía los senos perfectos, un abdomen escultural y su pubis y cadera lo llamaban de manera lujuriosa. La contempló toda, se dio su tiempo, olvidó por unos segundos todo lo que había vivido y la situación en la que estaba envuelto, solo miró y se deleitó. Subió su vista de pies a cabeza, ella extendió su brazo y lo invitó a pasar al sillón más cercano, él estaba como hechizado, saboreando en su mente lo que iba a pasar. Cerró los ojos unos momentos, y al abrirlos la mujer se lanzó de cabeza a su pierna, con una boca abierta de una manera imposible, con unos dientes por miles y enormes que le desbordaban sus labios. Lo mordió, el muslo derecho del joven lo estaba destrozando, él gritaba de dolor y de pánico, solamente atinó a agarrar un adorno de metal que estaba sobre una pequeña mesa y darle golpes en la cabeza, para que lo soltara. Al hacerlo, ella se levantó y lo quedó mirando con unos ojos rojos, que despedían una pequeña luz. Él se agarró el muslo con ambas manos y permaneció sentado en el sillón. Lloraba y se lamentaba, no sabía qué hacer. No botaba tanta sangre, solo lo suficiente para teñirle el pantalón y para manchar el suelo un poco. Volvió a mirar a la mujer con los ojos llenos de lágrimas y con una expresión en la cara de no querer saber nada, y se dio cuenta que se estaba tocando sensualmente con una mano y con la otra, deslizaba la sangre que tenía en la boca por sus pechos. Después de esos segundos de placer para ella, cargó nuevamente al ataque, pero antes del impacto, él se paró para tratar de esquivarla, pero esta le dio de lleno y lo arrojó contra el ventanal, lanzándolo por la ventana hacia abajo.

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Trabajo de noche.
Siêu nhiênAlgo raro se esconde... está al acecho... quiere una nueva víctima...