Capítulo 1

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«Vamos Odette, puedes hacerlo

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«Vamos Odette, puedes hacerlo. Respira profundo» me digo en mis pensamientos.

—¡Te ves hermosa, Odette! —exclama mi dama de honor, Gabriela.

El vestido es sencillo y ajustado a mi cuerpo delgado, las mangas de esta son transparentes y con algunos diseños bordeados en ellas. Mi piel se eriza y sonrío al ver el maquillaje tan cálido y suave, y mi cabello recogido con una peineta en el centro del moño. Vuelvo a respirar.

—Sigue haciendo eso, te ayudará mucho. Los nervios suelen ser traicioneros.

—Estoy nerviosa —afirmo— y es raro, es un nervio diferente, más profundo y fuerte.

Gabriela me sonríe.

—Es normal, te vas a casar dentro de poco.

—¿Cómo crees que este él? ¿Igual de nervioso? ¿Asustado? ¿Se arrepentirá...?

—Alto ahí, niña —interrumpe mis palabras de nerviosismo—. Él está a punto de convertirse el hombre más afortunado del planeta al tenerte como su esposa, así que no tengas pensamientos negativos.

—Me pides lo imposible.

—No, te pido que pienses en positivo, todo irá bien.

Respiro.

—Tienes razón, estoy siendo boba con esos pensamientos —llevo mis manos hacia mi cabello y suelto algunos mechones. Gabriela me detiene bajando mis manos.

—Si sigues arruinaras el mejor trabajo de casi dos horas del estilista.

—Lo siento.

Gabriela coloca sus manos en mis hombros, suelta un leve aire con su boca y respira con profundidad.

—No eres la única nerviosa aquí, también lo estoy, ¿vale? Siendo tu mejor amiga y ver que otro ya te va a proteger, me hace sentir un poco celosa, eras tú y yo contra el mundo... —hace una breve pausa— y ahora, serás tú y él y su mundo.

—Siempre serás mi amiga. Así sea la esposa de Jonas y tenga miles de hijos, tú seguirás manteniendo tu puesto, nadie te lo va a arrebatar.

—Eso me alivia un poco —suelta una sonrisa tímida—. Te amo.

—Te amo, y siempre estaré para ti.

Mis manos enrollan su cuerpo dándole un abrazo cálido, beso su mejilla con cuidado de no mancharla con mi labial. Unos leves toques en la puerta hace que me separe de ella, Gabriela camina hasta la puerta mientras se limpia algunas lágrimas.

—Oh, señora Gray —comenta mi amiga mientras le da paso a mi madre.

La observo y noto que en sus manos tiene un velo transparente y muy cuidado. Camino hasta ella y toco con suavidad aquel velo.

—Es hermoso, mamá.

—Tan solo esperaba que pudieras usarlo hoy —levanto la mirada y ella ya me está mirando—. Quiero que lo aceptes como uno de los regalos.

Khalid CafieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora