Capítulo 4

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Dos horas y media después algo llamó la atención de Kirill, que seguía escondido en el bosque. Primero un ruido mecánico, luego unas luces que iluminaban el asfalto y al final un camión que entraba en el polígono. Enfocó los prismáticos y comprobó la matricula. El camión estacionó y Kirill esperó paciente. El conductor apagó el motor y encendió la luz de la cabina, se preparaba para pasar la noche.

Kirill observaba el camión con mucho detalle. Hacía mucho frío y tan sólo se escuchaban los ruidos que producían los pájaros del bosque. Unos minutos más tarde la luz de la cabina se apagó y el aparcamiento volvió a la quietud anterior. Kirill permaneció al acecho durante una hora y finalmente se levantó. Fue acercándose al camión por la parte trasera hasta llegar a la cabina. Después escaló hasta alcanzar la ventana. Rompió la luna con su arma y se introdujo en el camión. El conductor, que dormía profundamente, se incorporó sobresaltado. Se escuchó un alarido y una luz iluminó la cabina durante un segundo. Kirill bajó rápidamente del camión y volvió corriendo al bosque. Se metió en su coche y, antes de marcharse, marcó el número de Aurelio en su teléfono móvil.

—¡Completado! —dijo, y colgó.

Aurelio, que se encontraba sentado en un sofá de su burdel rodeado de algunas prostitutas, escuchó las palabras y respiró tranquilo.

A la mañana siguiente Manolo despertó en la habitación del área de servicio con un fuerte mareo. La carretera producía un ruido constante que no le había permitido pegar ojo en toda la noche. Con calma se quitó el pijama y, antes de vestirse, llamó al polígono donde debía haber llevado el camión.

—Transportes Mediterráneo dígame —se escuchó al otro lado de la línea.

—Hola. Soy Manolo. Llamaba para confirmar que anoche llegó bien la carga.

—Hola Manolo. Te hemos estado llamando durante toda la mañana, pero no ha habido manera— la voz sonaba consternada.

—Sí, lo siento, me he levantado tarde...

—No importa. El tema es otro —dijo en un tono más duro. Siento decirte que ha ocurrido algo terrible. Ayer por la noche, en el aparcamiento, alguien entró a la cabina de tu camión y mató a tu compañero.

—¿Cómo? ¡No puede ser!

—Me temo que sí. Está aquí la Guardia Civil haciendo muchas preguntas, nadie entiende nada. Quieren hablar contigo; te hemos intentado localizar, pero no ha habido manera.

— Lo siento. ¿Qué ha ocurrido exactamente? Me dejas de piedra.

—No lo sé, hay un montón de gente por aquí. Nadie se explica nada.

—Ya —dijo Manolo asustado.

—No tiene sentido que fuera un robo, ¿entiendes?

Manolo se mantuvo en silencio, su cabeza trabajaba muy deprisa.

—De acuerdo me visto y voy para allá —evitó entrar en conjeturas.

—Vale, no tardes, ya hay demasiada gente preguntando dónde te has metido.

Amargas sorpresasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora