Capítulo 1. Tres de la madrugada.

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La sirena de la ambulancia sonaba. Se oía de lejos. Y a pesar de que no tenía los pies en la tierra la oyó. Ese sonido estridente que envolvía el silencio de la noche. Tres de la madrugada. Conforme se iba acercando el sonido, todas las ventanas empezaron a iluminarse de una en una. Él seguía mirando el cadáver sin parpadear. El cuerpo, tendido en el suelo, sin respiración. Él no quería comprobar lo que ya sabía, que estaba muerta, rezaba porque cuando algún médico la tocase dijese que tiene pulso. Lo deseaba. Lo ansiaba. Pero no tenía fuerzas para comprobarlo por su propia cuenta.

De pronto, una multitud de personas le rodeaban, y empujaban de un lado a otro, todos querían saber más. Pero él no apartó la vista. A los pocos segundos se oyó una sirena más, esta vez era la policía.

Ni se percató en qué momento la policía llegó, cuándo le arrestaron, ni cuándo o cómo se sentó en el coche del policía.

Mientras el automóvil se alejaba de la escena, las luces de la ambulancia se hacían pequeñas a través del retrovisor. Llegado a un punto dejó de ser visible el los vehículos, los médicos y menos aún el cuerpo. Él siguió mirando el espejo, rezando despertar ya de la pesadilla. No notó cómo se quedó dormido en el asiento trasero del coche policial. Aunque le fue imposible no notar cómo un hombre de uniforme le obligaba a levantarse y casi le llevaba a rastras a una habitación.

-¿Cuál es su nombre señor?

No hubo respuesta.

-Señor debe contestar.

Él se seguía mirando las manos, o eso parecía porque simplemente miraba a la nada, para él todo era vacío.

-¡Señor!

Sólo entonces reaccionó levantando la mirada.

-¿Cuál es su nombre?- repitió una vez más.

-Yo sólo la intenté salvar.

-¿Qué relación tenían?

-La quería.

-¿Entonces pareja?

-Nunca se lo dije. No la salvé.- De sus ojos brotaban lágrimas pero el rostro parecía congelado. No expresaba sentimiento, tampoco parecía estar contestando, sólo hablaba consigo mismo.

El policía que se encontraba al otro lado de la mesa le hizo una seña con la mano a otro hombre que estaba en la puerta, quien de inmediato se acercó y le cogió del brazo. Caminaron poco tiempo, hasta una celda pequeña. Él no levantó la mirada, sólo entró en la celda y se sentó, más bien se derrumbó como un cuerpo más muerto que vivo, al lado de la pared.

A través de tu cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora