Capítulo 5. W.

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Y de nuevo, inmenso en la oscuridad, se adentraba en las calles más siniestras. Cada paso parecía más pesado, cada paso era más difícil de dar. Y aun así seguía.

¡Al fin! La puerta estaba justo en frente suya. Una puerta normal y corriente, sin nada especial, sin ningún detalle que la hiciera distinta. Era una puerta que podía perfectamente ser la de una vivienda donde residía un hombre con su mujer y sus dos hijas. Pero esta vez no sería así. Él sabía quién era el dueño de ese apartamento, que ya desde fuera desprendía un olor a vómito, a alcohol y a tabaco. Llamó. La calle estaba completamente desierta, no había ni un solo alma. Solo oscuridad, y tal vez alguna rata que corría de un lado a otro de la calle. El sonido de los nudillos golpeando la puerta retumbó en cada esquina, incluso algún roedor se debió de sobresaltar. Pasaron tal vez varios minutos entre el golpe en la puerta y que algo ocurriera.

Una línea fina de luz tenue iluminó el suelo de la calle. Y de pronto, en medio del silencio sonó un rugido. Cualquiera habría dicho que era de animal, un lobo o un tigre tal vez, pero él sabía que era W. Ese hombre, que si tuviese que salir corriendo, le resultaría más rápido rodar, aquel cuya voz espantaba a los animales más temidos. Y la puerta se abrió. W ni le miró a la cara, sólo abrió y con muy mala cara giró sobre sí mismo para volver con pasos muy pesados a un sofá lleno de mugre. Había latas de cerveza en cualquier lugar donde mirases. Parecía solamente un alcohólico que vivía rodeado de su propia porquería.

-Jefe, ¿qué has hecho con ella?

-La ayudé a librarse del marrón en el que la metiste.

-Pero si parecía muerta. ¿De qué puto marrón estás hablando?

-Yo no he dicho que esté viva. Los perros le quitaron el cuerpo a la chusma, y al hospital. El "puto marrón" que tú dices habría llegado si los putos polis se pusieran a investigarla. La próxima vez que te dé por involucrar a alguien, te las apañas solo. Y ahora largo de mi puta casa.

-Pero señor...

-He dicho que largo. Y si quieres saber dónde está o qué le pasó búscate la vida. ¡Largo!

A él no le quedó otra que callar y salir, cerrando la puerta tras de sí.

Entonces... ¿ella murió o está bien?

No podía morir. Había mucha sangre, sí, pero antes de irse, había pulso. ¿Qué coño le hicieron los perros?

Mil preguntas rondaban por su cabeza.

De pronto, como inspiración divina recordó el motel de anoche. Recordó que pasó y que descubrió con la ayuda de ella. Habían sido buenos compañeros.

Caminó un rato más. Se volvió a preguntar si los de la oficina de policías se habían dado cuenta de su desaparición.

Ella no era la de la morgue.

Así que no pensaba perder las esperanzas. No ahora. Juntos habían hecho un gran progreso. Él no pararía ahora. Ya era demasiado tarde. Ya sabía más que los demás. Al menos lo creía. De camino al motel, iba recordando toda la información y el punto donde pararon.

No obstante, todos sus pensamientos fueron interrumpidos. Su móvil había vuelto a sonar. Lo cual sólo podía significar dos cosas: información o problemas.

A través de tu cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora