01. ¿Problemas existenciales?

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Capítulo 01

¿Problemas existenciales?

Micah sopló un mechón de cabello, que llevaba toda la mañana danzando sobre su rostro, mientras esperaba respuesta a cierta situación que encontró al entrar a su área de trabajo. Aún estaba agitada por los 6 minutos que corrió hasta llegar al enorme edificio blanco y ser puntual como siempre.

De no tener mañanas tan agitadas, probablemente alcanzaría desayunar en casa en lugar de salir corriendo, hacer una parada rápida en la panadería de la esquina para comprar un amargo café y alguna dona glaseada. También podría peinarse con su cabello seco y no dejar que secara con las carreras que pegaba para alcanzar el transporte. Eran esos minutos los únicos que tenía para sujetar su cabello húmedo en una coleta alta sin ningún fijador que le acomodara aquellos mechones rebeldes, y sobre todo para maquillarse.

A pesar de ser fanática de los deportes le encantaba maquillarse, aunque después de cada práctica tuviese que lavar su cara. Tenía cajas y bolsas llenas de maquillaje que su mejor amigo Brandon veía como si fueran atrocidades. Discutiéndole que no era necesaria tanta "cosa" aunque siempre solía acompañarla a comprar cada nuevo producto que veía en internet.

Y estaba orgullosa de haber desarrollado ese talento para maquillarse en el transporte con un delineado perfecto que todo el mundo envidiaba. Era muy talentosa, qué decir.

Por ello fue que decidió dedicarse al 100% en sus entrenamientos y dejar los estudios para después, o para nunca. El hecho de permanecer 8 o 10 horas sentada en una habitación cuadrada con colores aburridos, personas aburridas y maestros aburridos enseñando cosas aburridísimas no era algo en lo que deseaba perder su tiempo.

Estar al aire libre, en campos, o en habitaciones pero con personas que les apasionaba su trabajo y transmitirlo a los demás sí era algo que la llenaba de vida. Mover su cuerpo, hacer fuerza, saltar, golpear eran actividades en las que deseaba emplear su tiempo, incluso esas fracturas, moretones y cicatrices en su cuerpo valían la pena al ver sus objetivos cumplidos. Fue una lástima cuando sus padres no estuvieron de acuerdo con ella y pasaron de amarla a prácticamente fingir que nunca tuvieron una hija.

Desde los 18 años tuvo que abandonar aquella casa, trabajó dando clase de deportes a niños en primarias, en clubes y centros de recreación infantil —porque sí, los niños eran algo que ella amaba y anhelaba algún día tener—, para así poder mantenerse, rentar un miserable cuarto, pagar sus comidas, entrenamientos, vestimenta y cualquier necesidad que tuviese. Con el tiempo pudo coordinar bien su trabajo con su pasión.

Las empresas la buscaban, pues tener de instructora a una deportista con medallas y cientos de reconocimientos, era algo que atraía a todos.

Y así es como había llegado a ese lugar. De boca en boca aquel centro deportivo infantil y juvenil se enteró de ella y echando un vistazo a su currículum casi le suplicaron que trabajase ahí. La paga era muy buena, demasiado a decir verdad, para alguien quien apenas tenía la preparatoria terminada, tenía dos horas de comida que podía utilizar para entrenar en los campos, trabajaba con niños y algunos jóvenes y en temporada de vacaciones su mejor amigo podía ayudarla como voluntario. Era el trabajo perfecto y en dos días cumpliría un año, cuando eso pasara iría con sus padres para restregarles en la cara el éxito obtenido enfocándose en su pasión. Les haría saber que siguió sus sueños y no era una fracasada.

Que podían sentirse orgullosos de ella.

Sonrió al ver a Leticia acercarse con unos papeles a su escritorio y con la llave que supuso era la correcta para abrir su casillero.

¿Juegas conmigo? (JASN Libro#4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora