Jingle Bell Rock

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Y ahí estaban las dos. Detrás del escenario del local a un par de minutos de que la morena saliera a cantar. La verdad es que había bastante gente, pero la mayoría de gente prestaba más atención a sus conversaciones y a lo que estaban tomando que al chico que estaba sobre el escenario.

-Mimi, no puedo hacerlo, vámonos - dijo la morena mirando a su amiga.

-Pero Banana, ¿cómo nos vamos a ir? - la cogía de las manos para intentar tranquilizarla un poco.

-Es que no les va a gustar. ¿Y si nadie me escucha? O peor... ¿Y si me abuchean? - la rubia veía el miedo reflejado en los ojos de Ana.

-Pero Ana, ¿tú te estás oyendo? Tienes una de las mejores voces que oído en mi vida - la Canaria intentó hablar pero Mimi no le dejó-. No, cállate la boca. No lo digo porque seas mi amiga. De verdad Banana, lo que haces cada vez que cantas es magia.

-Jo, Mimi... - se abrazó a ella y escondíó la cara en el cuello de su mejor amiga, como hacía siempre que estaba asustada

-Vas a salir ahí y les vas a enseñar a todos lo increíble que es mi amiga, ¿vale? - Ana asintió aun pegada a ella.

-Tengo miedo, Mimi...

-Pero Banana, si yo te protejo siempre, ¿por qué te asustas? Además, tranquila que si alguien te abuchea ya me encargo yo de partirle la cara.

-Eres gilipollas- dijo la morena riendo mientras se separaba de ella.

-Pero me quieres así. - se encogió de hombros la rubia - Venga, que Alfonso ya acaba, te toca salir. Estaré ahí fuera viéndote brillar y presumiendo de ser tu amiga, ¿vale?

-Gracias, Mimi - dijo dándole un corto abrazo- Por todo. Aunque seas una idiota.

-Oye, pero deja de insultarme. Adiós reina, mucha suerte, aunque no la necesites.

Y vaya que si no la necesitaba. Desde el primer momento en el que Ana empezó a cantar todo el mundo del local dejó lo que estaba haciendo y se centró en la morena y en aquella versión de Por debajo de la mesa que estaba cantando.

Por su parte, Mimi sintió que de un momento a otro el pecho le explotaría de orgullo. La veía ahí subida, disfrutando de la música y haciendo disfrutar al público y recordaba las tardes en su casa en las que, tras mucho insistir, conseguía que su amiga cantara algo, eso sí, roja de vergüenza. También se acordaba de la razón por la que Ana había dejado de hacer lo que más le gustaba y le hervía la sangre, de verdad que en ese momento le habría encantado pegarle un puñetazo en la cara a Jadel, aunque eso era algo que sentía muy a menudo cuando este aún era el novio de Ana...

Pensaba en la primera vez que vio a la morena, en todas las tardes trabajando y las largas charlas hasta la madrugada cuando acababan sus turnos, en sus cenas, en todas esas veces que Ana había estado ahí para ella, en lo mucho que le gustaba pasar tiempo con ella... De verdad que le parecía que la morena era una persona super especial y se sentía muy afortunada de haberla conocido. Le gustaba tanto estar con ella y lo que le hacía sentir... De las dos, ella parecía la fuerte, la que le daba siempre apoyo a Ana, pero realmente Mimi era una persona muy frágil y, aunque no se permitía romperse delante de otras personas, con Ana si lo hacía. Había perdido ya la cuenta de cuantas veces la canaria se había presentado en su casa a las 5 de la mañana porque la llamaba diciendo que estaba mal, o de todas las veces que, sin que ella le dijera nada, la leía con solo mirala y le hacía ver que estaba a su lado, o de las noches en las que le cantaba hasta que se quedaba dormida...

Y fue entonces, mientras veía a la morena cantar mirándola a los ojos, cuando se dió cuenta de que ya no había vuelta atrás. Lo que sentía por Ana no era simple amistad, eso lo sabía desde hacía meses, y ese sentimiento cada vez era más fuerte. Pero sabía que la canaria no la correspondía ni lo haría nunca y tenía mucho miedo de que se diera cuenta y se alejara de ella. No quería arriesgarse a perderla.

Todos aquellos sentimientos y la mágica voz de Ana retumbando en el local hicieron que de sus ojos brotaran un par de lágrimas sin que lo pudiera evitar mientras la morena entonaba los últimos versos de la canción.

Cuando acabó, el local entero rompió en aplausos y ella se limito a dar las gracias, bajar del escenario y correr hacia la barra, donde se encontraba su mejor amiga. En llegó a su altura se abrazaron con fuerza y Mimi no pudo evitar romperse del todo. Ana sintió a la rubia temblar entre sus brazos, la abrazó más fuerte y espero a sentir que se relajaba un poco.

-Eh, pequeña... - se separó del abrazo y acunó la cara de la rubia entre sus manos- ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

-Jo, Ana... Es que eres tan grande...

La morena se disponía a decir algo cuando apareció Álvaro, el dueño del local, junto con su hermano Raoul. Las dos chicas se separaron del todo y Ana entrelazó sus dedos con los de Mimi.

-Dios, Ana, ha sido increíble, de verdad. - dijo el menor de los Vázquez. - Tenías razón, Mimi, es increíble.

-Claro que tenía razón, ¿acaso lo dudabas?

-Muchas gracias - sonrió la canaria al rubio, obviando el comentario de su amiga.

-Tienes algo especial. - cuando Álvaro dijo eso la granadina miró a su amiga como diciéndole "Te lo dije" y esta se sonrojó - Me gustaría proponerte algo. ¿Cómo verías venir a cantar un par de noches a la semana?

-Lo... Lo dices en serio?

-Claro. Por este local han pasado muchos cantantes y hacía mucho que no escuchaba a nadie como tú.

Ana escuchaba al chico como sin poder creérselo. Por fin. Por fin podría dedicarse a lo que le gustaba de verdad. Por fin podría empezar a cumplir su sueño. Y todo era gracias a Mimi, la misma que la miraba con una sonrisa de orgullo inmensa en la cara.

-Pues... Yo... Eh... - estaba tan emocionada que a penas podía hablar

-Tranquila, no me tienes que contestar ahora. Piénsatelo y en un par de días me llamas y me dices algo, ¿vale? - le sonrió tendiendole su tarjeta- Pero de verdad que me gustaría mucho poder contar contigo.

Dicho esto, los hermanos Vázquez se alejaron de ellas. No antes de que Raoul abrazara brevemente a sus dos amigas y su hermano les diera dos besos.

-Mimi... ¿Acaba de... - empezó Ana

-¡Sí! ¡Te acaba de proponer un trabajo de cantante! - decía su amiga casi más emocionada que ella- ¡Si es que vas a petarlo, banana! Ya no vas a ser solo mi reina, ¡vas a ser la puta reina del pop! ¡Mi amiga es una estrella! - gritaba Mimi haciendo que todo el bar se girar para mirarla

Ana se moría de vergüenza y no pudo hacer otra cosa que abrazarla y, como de costumbre, esconderse en su cuello. Dios, que tonta era a veces, pero cómo la quería. Mimi siempre la había apoyado en su pasión por la música, y la morena era consciente de ello. Cuando Javier se esforzaba por hundirla y decirle que no valía para cantar, la rubia estaba ahí para animarla y decirle lo buena que era.
Y, si ahora tenía esa oportunidad era gracias a ella.

-Gracias, Mimi. - dijo sin separarse de ella. - De no ser por ti...

-No, perdona. - se apartó la rubia. - Yo no he hecho nada. Si Álvaro te ha ofrecido esto ha sido por cómo cantas, no por mí. Lo has conseguido tú sólita porque eres la hostia.

Y, ante aquellas palabra, Ana la volvió a abrazar. Nunca nadie había creído tanto en ella. Sólo Mimi - y Papi War -. Sólo la rubia la había apoyado siempre. Sólo ella la había animado a seguir siguiendo su sueño.

-De verdad, Mimi, gracias por todo. Eres tan buena conmigo y siempre estás ahí y...

Cuando la rubia la miró vio como sus ojitos marrones empezaban a aguarse.

-Ay, Ana... Pero no me llores, ¿eh? -dijo besando su frente. - Anda, vamos a mi casa que están todos los demás esperándonos. Además, esto hay que celebrarlo.

Y, cogidas de la mano, ambas chicas abandonaron el local y pusieron rumbo al piso que la rubia compartía con el mallorquín.

Luces de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora