Ya Vienen los Reyes Magos

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Noche de Reyes en casa de los Guerra. A diferencia de años anteriores, Antonio había conseguido reunir a toda la familia en su casa, con la excusa de que Ana estaba ahí. Así que allí estaba la morena rodeada de todos sus primos y tíos. Estaba mucho más animada que el día en el que llegó a Tenerife aunque no podía negar que echaba de menos a la rubia de ojos verdes que ocupaba gran parte de sus pensamientos...

Durante aquellos días a penas había hablado con sus amigos de Madrid. Sólo Miriam la llamaba a diario para preguntarle cómo estaba y contarle cómo eran las cosas por allí, aunque evitaba hablarle de la granadina.

Estaba en  sentada con Agoney viendo cómo el resto de sus primos pequeños corrían emocionados de un lado a otro buscando los regalos que les habían dejado los Reyes y los abrían con los ojitos brillantes. Miraban con atención como el más pequeño de los niños se disponía a abrir un enorme paquete cuando su padre se acercó a ellos.

-Anita, cielo, los reyes han dejado algo para ti. - de dijo tras dejar un beso en su cabeza.

-¿Para mí? - Antonio asintió.

-Creo que está en tu habitación, ¿por qué no vas a ver que es? - la chica se extrañó bastante al oír eso pero hizo caso a su padre.

-Eh... Sí, vale, ahora vuelvo.

Se levantó y se dirigió a su cuarto sin saber muy bien que esperarse. Pero lo que encontró al abrir la puerta superó con creces sus expectativas. Ahí, de pie en su habitación, se encontraba la chica en la que no podía dejar de pensar, mirándola con una preciosa sonrisa y sus ojitos verdes achinados de sonreír. La canaria no supo muy bien como reaccionar. ¿Estaba ahí de verdad? ¿Había atravesado un mar solo para estar en su casa la noche de Reyes?

-Mimi... - dijo aún sin poder creerse que estuviera ahí, frente a ella.

-Hola, reina. - sonrió ella, haciendo que la morena también sonriera.

Ana había estado muy dolida con ella y aún no se le había pasado del todo. Pero también era verdad que llevaba mucho tiempo sin verla y, al final, seguía siendo Mimi, su mejor amiga, su persona... Y estaba ahí. Había cogido un avión de Madrid a Tenerife solo para verla. Además, la había echado muchísimo de menos aquellos días, ¿para qué mentir? Por eso no pudo evitar acercarse a ella y abrazarla con fuerza, como para asegurarse de que de verdad estaba ahí. Mimi correspondió al abrazo sin pensarlo, ella también la había echado muchísimo de menos.

-¿Qué haces aquí? - Le preguntó, aún con la cabeza escondida en el hueco de su cuello.

-Necesitaba verte. Te he echado tanto de menos... - a la rubia le temblaba la voz y Ana supo que empezaría a llorar en cuestión de segundos.

Se quedaron un rato abrazadas. Sin decir nada, simplemente respirando el perfume de la otra, disfrutando de aquel momento. Gruesas lágrimas empezaron a caer de los ojos de Mimi, había echado tanto de menos los abrazos de la morena que no lo pudo evitar. Y supo que no era la única que estaba llorando cuando empezó a notar a su amiga convulsionar ligeramente entre sus brazos. Poco después se separaron y la morena secó las lágrimas que resbalaban por las mejillas de la granadina para después secar las suyas propias.

-Creo que tenemos una conversación pendiente, ¿no? - la rubia asintió y Ana la arrastró hacia la cama, sentándose frente a ella sin soltar su mano.

-Hablé con Miriam. - la morena bufó, su amiga era una bocas. - Sé que me viste en Noche Vieja con Patri y por eso te fuiste a casa...

-Yo... - intentó la canaria.

-No, déjame hablar, ¿vale? - la canaria asintió. - Soy una jodida gilipollas. No me lié con Patri porque me guste ni tengo nada con ella. A ver, que la chica está buenísima, eso es innegable - Ana rodó los ojos y bajó la cabeza. - No, no, pero es que ahora a mí sólo me interesa una persona. Solo una persona ocupa mis pensamientos ahora mismo nivel que solo puedo pensar en ella, solo quiero estar con ella... - la canaria bufó, se sentía tan tonta... Ella llorando por Mimi y resultaba que la rubia estaba pillada por otra... - Eres tú, Ana.

La morena levantó la cabeza sorprendida. Y, cuando el marrón de Ana se mezcló con su verde, Mimi tuvo claro que siempre había sido ella. Daba igual la de tiempo que hubiera pasado intentado convencerse de que solo eran amigas, la canaria siempre había sido mucho más para ella.

-Y sé que fui gilipollas al liarme con Patri, pero es que pensaba que tú pasabas de mí... Joder, que me besaste en Navidad y me sentí la tía más afortunada del mundo. Pero de repente saliste corriendo y no volví a saber de ti, ni volviste a contestarme los mensajes, ni volvimos a hablar... Me sentí tan mal, Ana... - la miró a los ojos. - Es que pensaba que ya no querrías volver a saber de mí, que nada volvería a ser igual entre nosotras. Y me dio miedo. Me dio mucho miedo. - los ojos de Mimi volvieron a aguarse al recordar aquel sentimiento.

Ana sabía perfectamente cómo se había sentido la rubia porque ella había sentido igual. Le apretó la mano y la miró a los ojos, haciendo que la rubia sonriera en cuanto se encontraron sus miradas.

-Se que la cagué completamente al liarme con Patri pero de verdad que no tengo ni quiero nada con ella. Que los únicos labios que quiero besar son los tuyos, la única mano de la que quiero pasear es la tuya, la única persona con la que quiero estar es contigo, Ana... - le dijo mirándola a los ojos y la morena supo que lo decía de verdad. - Y sé que es probable que tú no quieras lo mismo y que yo ahora mismo esté haciendo el ridículo pero necesitaba que lo supieras...

Y, ante aquello, la Canaria no pudo posponerlo más. La cogió de las mejillas y se acercó poco a poco a ella juntando sus labios. Y la besó como tendría que haber hecho en Noche Buena, como le habría gustado hacerlo todas esas veces que se frenó porque era su amiga.

Porque ya no había miedo a no ser correspondida, a que se distanciaran, a que la rubia se alejara de ella para siempre... Ya no había miedo a nada. Solo estaban ella y Mimi. La persona que ocupaba todos sus pensamientos, la que la entendía como nadie lo hacía, la que se había cogido un avión solo para plantarse ahí y decirle lo que sentía, la que siempre estaba para ella...

Sólo estaba Mimi, su medio aguacate, su persona correcta. Porque, ¿para qué necesitaba luces de Navidad si la tenía a ella que brillaba más que todas juntas?

Luces de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora