5- Moneda

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–Liz..–me susurraba una voz al oido. Quería despertar, pero el cansancio no me lo permitía. Sí, escuche pronunciar mi nombre, y unos dedos tibios acariciando mis pomulos. 

–Mmm..–dije adormecida. Al abrir apenas los ojos, vi su sonrisa y sus labios, y sonreí, diciendo bajo <buen día>, él rió y dijo lo mismo, con mas dulzura. 

Él se salió de la cama, y cuando vi solo estaba con calcetines y boxer, negro. Mis ojos estaban como platos, sentí un calor en mis mejillas; estaba avergonzada. Dios mio, que no lo note. Justo nuestras miradas se cruzaron, y rapidamente dirigi mis ojos a las sabanas de la cama, él rió nuevamente, y yo me maldije por dentro.

–¿Acaso me vas a decir, que nunca viste a un hombre en boxer?– dijo sarcasticamente. 

– Claro que si– respondí a la defensiva.

– Entonces, ¿cuál es el problema?–cuestiono. 

– Que eres tú– admití.

– Ah, ¿acaso tengo lo que no tuvieron los demás?– preguntó con cierta ironía, y luego rió. 

– No es eso– dije tartamudeando. –Ehh..– seguí.

– Y no lo digo por el tamaño, si no por lo huevos– dijo crudamente. Y yo no sabía donde meterme, es que realmente, pensé que lo decía para la primera opción y ahí me avergonce mas. Él miro detenidamente cada detalle y cada gesto y movimiento que hacía.

–¿Qué me miras?–dije enojada.

– Pensaste en eso, ¿no?– dijo sonriendo.

– ¡Qué no!– dije a la defensiva.

– Lo dudo– acotó.

– No todo gira en eso, o con eso– dije dudosa

– Sí, puede ser– dijo haciendo muecas. 

– Ya basta– dije y me senté en la cama. Él ya se había puesto la camisa, y sus abdominales tenuamente marcados, se ocultaron debajo de la tela. ¿Qué me pasa?, muero por probarlo, pero no puedo. Mientras tanto, él se tiro boca abajo en la cama y me miro, luego se puso de costado y dijo:

–Esta bien, porque no vas y te duchas y después salimos a comer algo, ¿dale?– preguntó mirandome fijamente. 

–Ok–contesté. 

El agua estaba a punto y me lave todo el cuerpo, lentamente. Paso seguido me sequé y busque la muda de ropa que me había traído. Salí del baño y había un espejo en la pared, y una mesa con un telefono, corrí un poco el objeto, y puse mi portacosmeticos ahí arriba. Me coloqué una crema humectante, una para protegerme del sol, corrector de ojeras, me arquee las pestañas y me puse rimel, y por último me humecte los labios con un bálsamo, y un labial rosado. Me acomode el pelo y lo fui a buscar.

Salgo al pequeño balcón que había, y lo vi muy pensativo, tanto que me estremecí. Lo sorprendí abrazandolo de atrás, y le di un beso en la mejilla. Él me sonrió. 

–Bueno, ¿vamos?– preguntó.

–Claro– dije. Me tomo de las manos, y nos dirijimos a la puerta, se para y dice: –Al equipaje lo vendremos a buscar luego–. Dicho esto, nos fuimos. 

Otra sorpresa, no iriamos en auto, caminariamos. Me había puesto unos tacones de corcho, por lo tanto, soportaría caminar bastante rato con ellos. 

Lo especial de esté pueblo, es que quedaba a media hora de la ciudad en que viviamos. En si, era un lugar turistico. La mezcla de paisajes, manantiales y un estilo arquitectonico rustico, hacía mas fascinante la parada allí. También, predominaba mucho el verde y podrías oler cualquier planta con flores, de riquisimos aromas. En sintesís, un buen lugar para descansar de la gris y agobiada ciudad. 

Diario de un dolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora