Amelia 6:

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En esta casa está hecho todo una locura. A mis padres solo les faltaba decirme que alguien más viene en camino para comenzar a comprar cosas como locos, hacer y reorganizar una habitación de invitados para el o la bebé. Hay juguetes, una cuna en su empaque, un andador, ropa extremadamente pequeña, ósea ¿Cuánto es el tamaño de los recién nacidos? Por lo que he visto hasta ahora, son casi como unas muñecas de plástico en porte. No tengo para que decir el resto de cosas que compraron porque estoy más que segura que ustedes deben imaginarse cuán poco espacio quedó en la casa para poder desplazarse con normalidad, la verdad, hasta hay cosas de ese engendro en mi habitación.

Por esa razón me he venido mucho mas temprano de lo habitual a la escuela. Evitar a toda costa a mis padres se ha vuelto una prioridad para mi. Sé que en algún momento comenzarán a preguntarme sobre mis sentimientos y querrán que les diga como me siento respecto a la "noticia".

— Lia – alguien susurra detrás de mi – Pss, Lia – me vuelven a llamar.

Estamos en plena prueba de bioquímica y para ser sinceros está bastante difícil para aquellos compañeros que no captan mucho esta materia, lamentablemente tengo justo detrás de mi a el idiota e inigualable Peter McGregor quien seguramente me está llamando solo para poder conseguir una respuesta de el dichoso examen.

Me volteo levemente para poder verlo de reojo – Cállate ya, Rubio.

- Dime la cuatro, es la última que me falta – Murmura discretamente.

- No – susurro.

Si el profesor nos llegase a oír nos pondrá la peor nota de todas junto con una citación a la dirección para nuestros amados padres y eso es lo que menos necesito en estos momentos ya que ellos tienen demasiados nombres que pensar para el o la bebé, cosa que tiene como resultado menos tiempo para mi.

- Vamos Hobby, no seas así – suplica bajito.

- Que no y no me llames hobby – Refunfuño con mi ceño fruncido.

Peter termina bufando y se vuelve a sentar bien en su asiento. Me gustaría poder pensar claramente para este examen pero considerando el gran giro que a dado mi vida gracias a esta nueva persona en nuestras vidas me está carcomiendo la cabeza, llegué a pensar que tendríamos un gato en algún momento para hacerles compañía a mis padres cuando yo muriera pero otro hijo es mucho más significativo para mi pero es una nueva oportunidad para ellos, no puedo llegar a imaginar cuan difícil debe ser para mis padres tener una hija enferma como yo porque aunque ellos lo nieguen y uno no quiera aceptarlo a medida que pasa el tiempo una persona como yo se vuelve más una enfermedad que una persona, valga la redundancia, y eso es realmente triste para mi y para todos a mi alrededor porque todos sabemos que en algún momento mi suerte acabará en un ataúd echo a mi medida bajo tierra. Ahora viéndolo así se les puede hacer más claro el hecho de porqué pienso así de ese bebé.


El timbre del termino de la clase me hace levantarme de mi puesto, obteniendo como resultado la atención de la clase porque soy la primera en hacerlo, aunque unos segundos más tarde todos dejan de prestarme atención y comienzan a hacer lo mismo.

- Veo que terminó - La profesora se acerca a mi y toma el examen de entre  mis manos.

Asiento repetidas veces con una expresión de obviedad plantada en mi cara, salgo de el salón de clases, no es problema para Peter alcanzarme por eso me toma de un hombro.

- ¿Que quieres ahora, rubio? - me volteo  molesta por su insistencia, si fuera un pequeño de siete años y mi hijo, de seguro ya me habría acriminado.

- No soy rubio que yo recuerde - Una particular voz mas grave de lo normal me hace apretar mi culito y cerrar mis ojos antes de voltearme y ver al castaño, para nada rubio, Jace.

Ultimas palabras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora