Ambos viven vidas distintas, caminos separados. Cualquiera que viera a Nathan y Erica de lejos pensaría que no se conocen, y quien los conociera creería que planean verse muertos el uno al otro, pero solo los dos saben que no hay forma de evitar aca...
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«Malas personas, buenos recuerdos»
Esa frase me había atormentado durante un año, hasta que lo volví a ver.
Uno de mis primeros recuerdos felices se trataba de Nathan y de mi haciendo un picnic bajo un árbol en Central Park. Se sentía casi ridículo pensar en ello, pero era fastidiosa mente inevitable.
Por él todavía rodeaba los parques, rechazaba el helado de chocolate o limitaba mis gustos musicales a canciones banales que no tuvieran historia alguna para no acordarme de él.
Pero ahí estaba. Caminando por el pasillo, haciéndose con sus nuevos amigos y riendo frescamente, como si nada hubiera pasado. Porque eso era lo que él hacía, olvidaba, reía, odiaba, todo en un segundo. Y después ya no existía nada más para él, yo no existía más para él. Lo que más dolía era pensar en él cuando le había tomado tan poco tiempo olvidarme.
Entonces, horriblemente asqueada de la situación, me dediqué a buscar una salida. Tenía que haber una forma de quitarme ese horrible pesar de los hombros. El tormentoso recuerdo de su estridente risa.
Y él la inventó.
A Nathan le encantaban los trucos, las trampas, correr de un lado a otro, vivir rápido y entretenido. Le gustaba jugar.
Fue por eso, que la única forma que encontré para olvidar todo lo sucedido entre nosotros fue engañarlo. Hacerle creer que no me importaba, incluso que no lo soportaba.
Así que mientras trataba de desensmorarme de él, de curar las heridas que me había hecho, iba a jugar con él.
Jugar a ser enemigos.
***
N/A:
¡De nuevo al juego!
Me emociona mucho poder estar estrenando está nueva versión, y poder compartirles algo mejor, espero en serio que les guste.
La canción en multimedia me hizo acordar mucho a esta historia, y por si no fuera poco, les tengo una sorpresa.
