Manos delicadas, piel suave y cuerpo perfecto. Para ella, Joy es una diosa y la definición perfecta de persona bella y hermosa. No solo en el exterior, porque no podria negar que su novia cabe perfectamente en la definición de mujer bella o estereotipo de rubia rica, hermosa y cuerpo envidiable. Pero ella superaba ese estereotipo el de rubia hueca y niña millionaria, Joy superaba todas la espectativas ya que poseia gran intelecto, un corazón noble y grandes metas y sueños que planeaba conseguir sin la ayuda de sus padres. Joy Blue, aquella chica de la cual esta enamorada. Joy la única chica perfecta para Meg.
Por eso cada que la veia, se sentia tan afortunada de poder tenerla a su lado, e internamente tenia miedo de que Joy se de cuenta de que podria conseguir algo mejor que ella. Habian tantas opciones para Joy que le era un tanto abrumador, y el hecho de pedirle matrimonio le parecia muy egoista de su parte. Asi que lo dudo, con enormes ganas de cancelar todo, mas cuando sono el timbre de su departamento supo que no habia marcha atrás. Sonrió al ver a las gemelas.
De un momento a otro, ya estaba en camino al local con los nervios de punta. Todo habia pasado tan rápido y sumada a sus preocupaciones no podia recordar siquiera si habia echado llave a la puerta de su hogar. Pasó la mano pore su frente preocupada, Joy se enfadaria con ella si descubre que no tomo las precauciones al momento de salir. Dios, tampoco recordaba si habia apagado el aire acondicionado. Solo se meteria en más problemas. Miró hacia la ventana notando que estaban a diez minutos de su hogar, del lugar seguro donde no podria arruinar nada. La tentativa idea de comprar dulces y un pastel para esperar a Joy en casa y pasar el resto de la noche con ella viendo peliculas o series en Netflix cada vez le parecia más apropiada. No debia arruinar nada y dejar las cosas como estaban. Así las dos eran felices y no ataba a Joy a que este con ella hasta que la muerte las separe, porque sabia lo serio que se lo tomaba Joy los juramentos de ese tipo tanto como los de su bautizo o primera comunión, ya que ella rezaba antes de dormir e iba a misa cada domingo que podia. Otro dato tan adorable de su chica preciosa.
Las ganas de llorar la inundaron, suspiró fuertemente y abrió la ventana para refrescarse. Una mano se posó en su hombro, apretandolo levemente indicando apoyo se sobresalto ya que era inesperado. Su mirada chocó con la profunda y misteriosa de Puppet, arqueó una ceja confundida al verla ya que en cuanto se miraron ella dio esa sonrisa ladina que encantaba a todas las chicas en los tiempos de secundaria, no estaba segura si sucedia lo mismo ahora pero eso no era importante.
—Linda, deberias calmarte ya que pareciera que vas a tirarte por la ventana.—comentó divertida mientras le daba palmadas en la espalda.—Una vez Mai estuvo muy pegada a la ventana, la puerta se abrió y terminó rodando por la pista.
Meg no supo si contó eso para asustarla o animarla pero la mirada perdida de Puppet solo la confundio más. Mai saltó del asiento de copiloto hacia donde estaban ellas, el conductor se desvió un poco ya que Mai lo empujo accidentalmente.
—¡Morí! —se arrastró como pudo hacia el regazo de su hermana y se echo ahí viendo a la albina de mechones rosas con una sonrisa.—Pero sobrevivi.
—Mai ya te dije que no vuelvas a hacer eso, deberas disculparte con Lucho la próxima vez que lo hagas.— reprochó Puppet a Mai mientras apretaba con fuerza la nariz de la mencionada, ella solo pudo quejarse y balbucear palabras inentendibles para Meg.—El punto es que no te sorprendas que pase algo si haces algo que requiere mucho cuidado, quiero decir, era más que obvio que Mai se iba a ir a la pista, a pesar de las leyendas que le conte sobre caidas ella quiso acercarse y ver. Literalmente tenia todo su cuerpo contra la puerta y esta no resisitió.
—Deberia dejar de comer dulces pero no puedo son tan deliciosos.— respondió ella mientras se reia.
—No entiendo a que quieres llegar con eso— Meg se cruzó de brazos y tamborilleo sus dedos algo nerviosa, los nervios y aquellas sensacion insoportable en su garganta se negaban a dejarla tanto como ella a su zona de confort.
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Dulce tentación - Mangloy
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