-Capítulo 1: Los Primeros Hombres-

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Los tres cazadores de las arenas montaban los enormes dragones de komodo conocidos como Oldos, mientras recorrían el inmenso desierto de Tharani, completamente cubiertos de los fuertes rayos del sol por medio de sus oscuras túnicas grises, siendo lo único que se dejaba entre ver sus oscuros ojos color sangre, característica innata de todos los hombres de las tierras septentrionales, más allá del círculo de fuego y hogar de los primeros hombres.

Las antiguas leyendas cuentan que los primeros hombres fueron forjados por el gran padre de todos los seres, Thaeros, usando para ello las llamas del fuego de la vida y siendo posteriormente esculpidos de la lava seca del volcán del cual en tiempos antiguos había emergido el gigante conocido como Tiempo, padre de los antiguos dioses, del Sol y la Luna. Fue así que se le dio vida a la primera mujer, de cuyo vientre nacerían los primeros hijos, padre y madre de los primeros hombres.

Fue por los materiales usados para su creación que los primeros hombres fueron sinónimo de grandeza, perfección y guerra. Las llamas que en sus corazones ardieron desde su nacimiento era difícil de apagar y también de controlar.

Fue por lo mismo que eran una raza que siempre buscaba llegar más lejos, siendo esa la razón por la cual lograron habitar en cada rincón del las grandes tierras. Destructivos como las llamas de los demonios del inframundo e insaciables como los canes de la Gula, que en tiempos antes del tiempo habían amenazado con devorar el mundo.

Fue entonces que se llegó a un punto tal en que los hijos del fuego se enfrentaron entre ellos. En aquellos años tempestuosos clanes diversos nacieron, siendo el clan de la llama roja y el clan del eclipse los más grandes entre todos ellos. Fueron tiempos de guerras interminables, de matanzas, de crueldad y grande era el dolor de los dioses al ver morir al hermano en manos del hermano.

Era tal el dolor de los dioses que una noche de eclipse Niba, la diosa de la noche, decidió descender entre los hombres y depositar en el vientre de la gran madre del clan del eclipse a Malgar, heredero de la energía divina de la luna y portador de la sangre de los primeros hombres, lo que hacía de él un gran guerrero con un gran espíritu, la última esperanza de los dioses para dar paz al mundo.

Malgar fue desde el comienzo un gran hombre, un poderoso guerrero, un gran esposo, un gran padre, un gran líder y la única barrera entre el clan de la llama roja y la paz. Siendo por ello amado y odiado.

Él era capaz no tan solo de conquistar a sus enemigos, sino que también dominar la llama de sus hermanos, unificando así los clanes con un puño de hierro, pero también con amabilidad y humildad, un hecho completamente extraño entre seres cuya existencia la habían atribuida a la crueldad y a la guerra. Los cantares de los bardos no tardaron en hablar de sus lazos como hijo de la estrella madre, de su grandeza profetizada por largos años, de los años de paz que vendrían junto a él, del fin de la llama roja y del comienzo de una nueva llama cuya luz traerían consigo la nueva luz del mundo, una llama pura como nunca hubo antes en las grandes tierras.

Pero el clan de la llama roja, otrora el más poderoso de los clanes, conspiró en contra de Malgar y en medio de una noche sin estrellas se adentraron en la fortaleza de Orkeste a través de traidores, que veían con recelo el inmenso poder que acumulaba el clan del eclipse. Recorrieron las calles de piedra de aquella ciudadela inmensa edificada en medio del desierto, la verdad era que si ella se veía sitiada por el enemigo era más probable muriera antes de atravesar sus muros, por ello el líder del clan de la llama roja había decidido no hacer un ataque un frontal y atacar cuando menos se lo esperaban.

Un ejército de miles de aguerridos guerreros cayó sobre la desprevenida gente de Orkeste mientras dormía, fue en medio del sueño que muchos de ellos partieron a las profundidades del mundo siendo realmente los afortunados, pues todos aquellos despertaron, intentaran o no luchar, no corrieron la suerte de una muerte rápida e indolora.

Almas del DesiertoWhere stories live. Discover now