Capitulo 1

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Me miré en el espejo, aún sin poder digerir lo que acababa de pasar.

Eadlyn Schreave sin dudas era de las mujeres más fuertes que había conocido en toda mi vida, además de mi madre, por supuesto. Hace unos meses atrás jamás me hubiera imaginado siquiera en pensar decir aquello, pero aquí estaba, solo con mis planos de arquitectura luego de que la mismísima Reina de Illéa, rechazó mi propuesta de matrimonio.

Quería creer que lo que dijo Eady era real. Que nos queremos, pero no de una manera romántica. Que nos preocupamos por el otro, pero no estamos destinados a pasar el resto de nuestras vidas juntos. Que haríamos cualquier cosa por el otro, pero que no significa que nos amemos.

De verdad quería creerlo.

Éstos últimos meses conocí a una persona nueva. Totalmente diferente a la que yo creía que era. Nunca se me cruzó por la mente la posibilidad de sentir algo por la princesa Real, a la cual yo conocía desde que ambos usábamos pañales, la cual era un Real dolor en el trasero. Me había  enamorado perdidamente de esa persona.

Pero si realmente la amaba, tenía que dejarla ir.

Ella se preocupó por mi y quiso hacer mi mayor sueño realidad. Con su permiso, finalmente iba a poder vivir fuera del castillo. Y no solamente eso, sino que además la familia Real iba a otorgar los materiales que necesitara para llevar a cabo mi sueño como arquitecto. Y aunque ese seguía siendo mi sueño y no había sido quizá por la mayor parte de mi vida, sabía perfectamente bien que le pertenecía al Kile Woodwork que aún no había participado de La Selección.
El Kile Woodwork actual sabia que, aunque ese sueño seguía intacto, en el último tiempo había nacido otro.

—Disculpe señor Kile, lamento mucho interrumpirlo, pero ya debería ir preparándose para el gran anuncio —escuché desde la puerta a Helen, una de las doncellas que me ayudaba a estar presentable durante el proceso de La Selección.

El Gran Anuncio repetí en mi mente. Sonaba tan importante. 

Me prometí que en el momento en que Eady anunciara su compromiso con Henri iba a sonreír, las cámaras de seguro se ocuparían de obtener mi reacción asi que debía de preparar mi mayor sonrisa fingida, con ojos que expresaran el mas grande deseo de felicidad a la pareja y al nuevo príncipe de Illéa. Las voces en mi mente constantemente me repetían que no iba a poder lograrlo.

—Muchas gracias Helen, ya mismo me pondré con ello —dije con mi segunda sonrisa fingida del día. La primera había sido para Eadlyn.

—¿No quiere que le prepare el baño? Podría limpiar su habitación u preparar su ropa para cuando vuelva a su habitación original —dijo Helen con un máximo tono maternal en su voz.

—Sabes que puedo hacerlo yo mismo, Helen —miré al pequeño desorden que había en la habitación yy sin duda no quería aprovechar de su generosidad y hacerla limpiar el desorden que yo había causado.

—Si, lo sé —respondió soltando un largo suspiro —Es que pensé que podría estar nervioso, y quizá podría necesitar ayuda en su último día, señor Kile.

—Aceptaré tu ayuda, solo porque va a ser el último día que voy a escuchar que alguien me llame 'señor Kile' —Helen rio, mientras se adentraba en la habitación y comenzaba a juntar los zapatos desparramados alrededor de la cama.

—Entonces, ¿no se encuentra nervioso? —preguntó después de unos segundos de silencio.

Inquieto en extremo, pensé.

—Estoy muy nervioso... pero no por el anuncio, sé que Eadlyn va a poder ser feliz con Henri —Helen se detuvo en seco al oir esas palabras.

—Debería tenerse más fe señ... —hizo una pausa antes de terminar —¿No cree que vaya a salir elegido?

—No solo lo creo, sino que lo sé —respondí mientras sacaba mi traje de diseñador del armario —Eadlyn acaba de decírmelo para oírlo de ella en confidencialidad primero —pronunciarlo en voz alta me producía cierto estrujo y dolor en el pecho.

—¿La princesa se lo dijo? ¡Pero si todo indicaba que lo iba a elegir a usted! —exclamó agitando uno de los zapatos en modo de acusación, lo cual me hizo escabullir una sonrisa.

—Y lo hizo —afirme. Intenté discimular un suspero pero fue completamente inutil —Eadlyn me eligió a mí. Me eligió a mi y a mi felicidad. A mi y a mi sueño. Solo que Eadlyn no sabe que ella está incluida en ese sueño. —me recosté dramáticamente sobre la cama —Soy libre como siempre desee ser. Me dió el permiso para ir a vivir lejos del castillo y me dijo que la Familia Real me va a brindar el dinero que necesite para llevar a cabo mis diseños de arquitectura. Me envió lejos de ella, tal como le dije la primer noche durante la Selección. No me dió la posibilidad de declararle que mis nuevos planes querían incluirla a ella —estaba seguro que Helen no había entendido del todo, pero ahí estaba ella, sentándose en la cama para oír cada palabra pero dándome mi espacio para expresarme, como lo haría mi madre.

—No sabe cuánto lo siento, señor Kile —hizo una pausa cuando se dió cuenta de como me había llamado pero no me atreví en corregirla —Déjeme decirle que es usted muy valiente —agregó.

—¿Yo? ¿Valiente?

—Por supuesto que sí —afirmó —Todos hemos visto y presenciado la manera en que evolucionó su relación con la Reina Eadlyn desde que comenzó La Selección. Tal vez no me crea pero todo el mundo notó como iban floreciendo sentimientos entre ustedes —aunque mi mirada se encontraba en el techo pude notar que estaba ofreciendo su sonrisa más confortante —Y además, ¿quién no ama una historia tan cliché donde a partir del disgusto surge el amor? 

—¿Disgusto? ¿De verdad? —le dirigí una mirada rápida y volví mi vista al techo.

—¡Oh, ya sabe a lo que me refiero! —exclamó y ambos reímos —Lo que quiero decir —continuó —Es que se necesita mucha valentía para guardar sus propios sentimientos solo para hacer feliz a la persona que uno ama —Helen guardó silencio unos segundos, probablemente para que yo me permita procesar sus palabras —Y se necesita mucha mas valentía para dejar ir a esa persona que uno ama, y verla en los brazos de otra persona.

Estrujé mis ojos con fuerza, y aunque no pude descifrar si eso significaba que estaba a punto de llorar, probablemente eso presintió Helen porque el chirrido de la puerta me indicó que había dejado la habitación.

Tenía que dejar ir a Eadlyn, por una unica y simple razón: la amaba. Ella iba a ser una excelente Reina y no me cabía duda en que de seguro había concluido en aquella decisión luego de un cuidadoso analisis de los hechos. Eadlyn no era simplemente la mujer de la que me había enamorado, Eadlyn era también la Reina de todo un país, con tareas y responsabilidades de las que ocuparse, y sin tiempo para mi sentimentalismo. Necesitaba un compañero a su lado, alguien capaz de aconsejarla y cuidar de ella. De seguro que no necesitaba alguien que se estuviera quejando del encierro del castillo a cada momento.

Eadlyn había elegido bien, y si la amo debo dejarla ir, me repetí incontables veces. Henri sería perfecta compañía para ella.

Con mucha más pesadez de la que me gustaría admitir, me levanté de la cama y fui a darme un baño, luego llamaría a mis doncellas para que se encargaran del maquillaje y peinado.

Cuando desperté esta mañana no imaginé que me tendría que enfrentar al rechazo público de Eadlyn, y mucho menos que, luego de haber pasado por tanto, iba a tener que olvidarla. Tanto había insistido que finalmente iba a irme de éste castillo. Solo un ultimo pensamiento se cruzó por mi mente antes de dar comienzo a todo este suceso, la exagerada reacción de mi madre. Gracioso, ¿no es así?

The Architect | Kile WoodworkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora