CAPÍTULO DOS

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Cada uno estaba asimilando la muerte de Kayden a su manera y a su tiempo. Yo la estaba asimilando en este momento mirando el retrato que me había dado su madre en el funeral. 

La había dejado arriba del escritorio el día anterior, Kayden estaba tan feliz en esa foto que por un momento su sonrisa me fue contagiada, pero no duró mucho. 

La lágrimas ya no corrían por mis mejillas. Podía decirse que estaba más tranquila. Había decidido tomarme una ducha para relajarme e irme a dormir, mañana sera un mejor día, eso me repetía a mi misma.

Me saque la toalla que tenía enrollada en mi pelo y la deje en el respaldo de la silla que tenía junto al escritorio para que se seque. Apague la luz antes de tirarme en la cama mirando fijamente el techo blanco mientras soltaba un gran suspiro. Cerré los ojos y me gire para poder conciliar el sueño, resople y volví a girar, una y otra vez sin resultado alguno.

Estuve quince minutos intentando hasta que me rendí. Me puse boca arriba volviendo a mirar el techo cuando escuche un silbido bastante particular que provenía de la calle. Se parecía al silbido que hacía Kayden cuando íbamos caminando por el parque los fin de semanas o cuando me veía por los pasillos de la escuela. Sonreí, sonrisa que se borro cuando vi una sombra proyectándose en el techo con la luz que irradiaba la luna por la ventana. Mi corazón se paralizó. ¿Había entrado alguien?

—¿Me extrañaste, enana? —me pregunto la voz dueña de la sombra.

Era él. En ese momento mi mundo se detuvo, era su voz, aquella que pensé que no iba a escuchar nunca más. Me senté rápidamente apoyando mi espalda en el respaldo de la cama, con la respiración acelerada.

Mire en dirección del sonido de la voz de Kayden y allí estaba, sentado en la silla giratoria de escritorio con una gran sonrisa, como si no hubiera pasado nada. Como si no hubiera muerto.

Pero allí estaba. 

Parpadee varias veces pero aun seguía ahí, sentado mirándome con una pizca de diversión en sus brillantes ojos. Extendió su mano y prendió el velador que estaba encima del escritorio, así podía verlo mejor.  

—¿Qué haces aquí? —mi voz sonó como un susurro y salió con desconfianza pensando que era producto de mi imaginación.

 —En el cementerio prometiste nunca olvidarme —explicó mientras arrastraba la silla al lado de la cama—. Esa promesa me mantiene vivo, Clara. Sigo vivo por ti. 

El nudo que pensaba que había deshecho volvió. Me incliné hacia adelante para poder mirarlo más cerca, mi mano derecha fue directo a su cara acariciándole la mejilla. Podía tocarlo, su piel se sentía un poco helada bajo mi tacto. 

 —¿Por qué? —Las lágrimas empezaron a caer sin darme cuenta— ¿Por qué te fuiste Kayden? —susurre.

Kayden sonrió con ternura y apoyó su mano sobre la mía, se sentía fría y liviana. —Nadie puede cambiar el destino, amor. 

Deje que las lágrimas cayeran y me lance a sus brazos sin poder evitarlo. Podía sentirlo, y cada vez me convencía más de que esto era un sueño. No podía dejarlo ir sin antes abrazarlo por última vez aunque sea en mis sueños. Sabía y era consciente que al despertar él ya no estaría más a mi lado.

—Te amo, Kayden. 

Los rayos del sol y el ruido del exterior me despertaron antes que la alarma que tenia programada. Sentía mi cara fría por las lágrimas. Lo primero que hice fue mirar la silla en la que se había sentado Kayden pero estaba en el mismo lugar en la cual la había dejado la noche anterior antes de dormir. 

Solo fue un sueño. 

Me estire y fui al baño, y cuando me vi en el espejo tenía unas grandes ojeras que dudaba que algún corrector pudiera tapar. 

Cuando llegue a la escuela, las miradas y lamentos seguían estando pero ya habían cesado bastante. 

Pase por el casillero de Kayden y vi que algunas de las flores ya habían empezado a marchitarse por la falta de agua y de sol. Pobres florecitas. 

Me acerque y tome las que peor estaban para poder tirarlas a la basura cuando apareció Mitchell. 

—¿Qué haces? —me pregunto. 

—Estoy por sacar las que están más marchitas —le respondí.— ¿Que sucede, Mitchell? —le pregunté y él solo meneo su cabeza. 

—Simplemente quería saber como estabas.

—Parece que últimamente estás muy pendiente de como estoy —dije y se me escapó una pequeña risa. Por un momento pude escuchar la risa de Kayden a mi lado. 

—Tu sabes que siempre me has importado, Clara —me dijo con un tono algo dolido. Yo simplemente suspire. 

Mitchell no era una mala persona simplemente tenía un mal pasado. Del cual yo había sido parte, desgraciadamente. 

—Esta bien. —Fue todo lo que dije antes de seguir mi camino hacia mi casillero, no sin antes tirar las flores en su tacho correspondiente. 

—¿Alguna dia me vas a perdonar? —me pregunto Mitchell mientras me seguía. 

—No creo que este sea el momento para hablar de esto, Mitchell —le dije mientras paraba mi caminata y me ponía en frente suyo.

—¿Pero al menos podemos volver a ser amigos? —pregunto, se lo veía vulnerable pero no quería caer ante él otra vez—. Empecemos de cero, por favor. Se que estas en un mal momento y me gustaría poder estar ahí para ti cuando necesites a alguien. 

¿Podría darle otra oportunidad? ¿Seré capaz? ¿Habrá cambiado?

Mitchell seguía en frente mío esperando una respuesta de mi parte. 

—Esta bien —le dije después de soltar un suspiro—. Pero solo amigos y de a poco, necesito algo de espacio. 

Apenas termine de decir eso una sonrisa apareció en su rostro. 

—Gracias, Clara —me dijo y vi que iba a seguir hablando pero el timbre lo interrumpió—. Luego hablamos —pasó por mi lado no sin antes darme un beso en el cachete en forma de despedida. 

Por un momento me sentía bien, no me sentía tan sola. Pero a la vez, no podía confiarme de más. 

Tenía amigos pero Kayden siempre fue el que estaba conmigo todo el tiempo, en el que más confiaba. Ahora que él no está no se con quien voy a pasar mi tiempo y compartir mis secretos. 

Saque esos pensamientos de mi cabeza y me dirigí a mi clase. 

El día pasó bastante normal, bastante monótono.

Deje salir un gran suspiro cuando escuche el timbre que indicaba que el día había terminado, recién era martes pero ya tenía muchas ganas de que sea fin de semana para poder quedarme en mi casa. 

Hoy mi madre no me podían pasar a buscar asi que me tocaba irme caminando hasta mi casa, fui con tranquilidad porque el día estaba bastante lindo. Estaba soleado y se podía escuchar a los pajaritos cantar. Ya se estaba acabando el verano y el otoño ya estaba bastante cerca,  así que podía ver como algunos árboles ya habían empezado a perder sus hojas. 

Cuando llegué mis padres aún no habían llegado del trabajo, así que fui directamente a mi habitación. Cuando deje mi mochila en el suelo mi celular sonó avisando que me había llegado un mensaje. 

Era de un número que no tenía agendado. 

Espero que no hayas borrado mi número :). Mitch x

Una sonrisa se instalo en mi rostro después de leer ese tonto mensaje. 







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