20. Tiempo.

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Como nunca antes había comenzado por estudiar, después de todo, ya nada importaba. Los días habían pasado y seguían transcurriendo sin saber del menor; quizás realmente necesitaba un respiro para pensar. Aunque no podía evitar preocuparse al pensar en las mil y una posibilidades de morir literalmente que podía tener Paul; él era un muchacho impredecible.

Una joven un año mayor que él, se sentaba a su lado, se le veía realmente interesada en sus estudios y cualquiera que la viera diría que era una especie de nerd; aunque no se podía negar que era guapa y tenía lo suyo. Quizás ella sería la persona ideal para ayudarlo realmente.

¿Debía dejar de joderle la existencia para pedirle de buena forma que lo ayudara con sus estudios? Él no entendía mucho, y tal vez ella podría ayudarlo; aunque todo dependía de lo que ella quisiera.

—Pssst... Hey, Cynthia.—Susurró tratando de captar su atención, aunque había sido en vano—. Hey, Cynthia... No quiero molestarte, esto es en serio.

La muchacha volteó con sus anteojos puestos y el entrecejo fruncido. Le vio ahí, mirándola expectante y eso le causó intriga. Pero John sólo la veía esperando a que le dirigiera la palabra; no sabía a quién más decirle porque no quería quedar de forro una vez más.

—¿Qué quieres, Lennon?—Le interrogó a la defensiva, algo que le causó gracia, haciéndolo sonreír.

—Bueno, quería saber si tú... Si tú podrías ayudarme con algunas materias que yo no entiendo...—Murmuró nervioso, para luego soltar una risita—. Entre nosotros, yo no deseo quedar como forro y quiero ganar una beca para una universidad en Londres. ¿Tú podrías ayudarme? Prometo no volver a molestarte. Espera, si quieres te invito un helado después de clases y nos conocemos mejor. Estoy seguro de que podríamos ser buenos amigos.

La muchacha le miraba atónita a lo que escuchaba; Lennon jamás le podría estar hablando amablemente. Notablemente quería que lo ayudara a toda costa y se veía desesperado.

—Está bien, te haré las tareas si eso quieres, pero déjame de molestar. No quiero tener que comprarme otro par de lentes por tu culpa.

John sonreía feliz e invitó a la muchacha a su casa, no quería que lo vieran con Powell en vía pública a decir verdad. Podrían especular cualquier cosa y no quería que rumores falsos llegaran a los oídos del menor.

[...]

Hacia días no veía al castaño y se sentía más solo que nunca en una casa como la suya.

En éstos días había pensado bastante sobre las palabras dichas tiempo atrás por teléfono, aún no lo olvidaba y quería destruirse los sesos de un solo balazo para no tener que estar nuevamente en una disputa así. Aparte... ¿Cómo podría saber si todo lo dicho es verdad? ¿Qué iba a hacer ahora que John estaba tan cerca y a la vez tan lejos?

Imaginaba mil escenarios y entre todos ellos se veía feliz, junto a Lennon. No había ningún pensamiento que no estuviera dirigido a él.

¿Cómo podía seguir enamorado después de todo? Hasta la persona más estúpida debió haberse alejado de una situación como la suya, pero sin duda alguna seguía aferrado al pasado y eso mismo no le permitía ser del todo feliz. Seguía teniendo piedras en su espalda, como si subiera un cerro con una mochila llena de éstas.

Sentándose frente a la ventana, miró atento hacia la calle y pronto subió la mirada hacia el cielo. ¿Qué haría ahora? Estaba solo y no tenía a su madre; ahora no iba a estar ahí para aconsejarlo. Se deprimía nuevamente al pensar en lo solitario que había quedado nuevamente, y en lo mucho que añoraba la compañía de alguien, aunque fuera desconocido. Todo serviría con tal de tener a alguien con quien al menos conversar.

Hombre al precipicio. ❝McLennon.❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora