Solo, solito en la habitación

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Paso tras paso hacia la barra sentía más y más la imperiosa necesidad de alzar el codo, el día en la oficina había sido horroroso y necesitaba con urgencia alcohol; mientras se sentaba en su acostumbrada esquina y volvía a saludar al cantinero de siempre, se desabotonó el último de la camisa y se aflojó la corbata que llevaba bien prendida para la última reunión. La música del lugar empezaba a ponerse estridente, cosa de la hora y del fin de la semana, aunque no tenía ánimos festivos y se sentía solo decidió volver la mirada a la pista, Ron estaba fuera por misión, Hermione y Ginny en un seminario quién sabe dónde, Irlanda o Escocia, qué más daba: estaba solo.

Ya era constante según recordaba, más fines de semana solo, más copas de whisky de fuego en su mano, más bar y más noche en vela.

Suspiró dándole a su copa un trago largo, llenándose la boca hasta que casi le salió la bebida por las orejas y luego se volvió, puso el envase vacío sobre la barra y llamó con la mano a su buen amigo el del bar, ¡ah!, qué de íntimos eran ya; cuando los hielos se elevaron en la bebida y chocaron con un mágico "clin", volvió a sujetar el vaso y se giró de nuevo hacia la pista, había más música y las luces claras estaban ya del todo obsoletas dando paso a las neón, las rojas, las azules, la gente bailaba y se divertía, era viernes y él seguía con el saco abotonado sobre la corbata floja y la camisa a medio abrir. Estaba quitándose la presión de las muñecas cuando vio una figura sobre la que la luz neón y las resplandecientes chispas de magia de la fiesta parecían deslizarse como sobre el mármol.

Un mármol suave y ligero que se movía al vaivén de la música, ajustó su mirada para tratar de dilucidar quién era, pero no le dio mucho resultado, entre el cansancio, la poca luz, el humo, las chispas de luz y el whisky... quién sabe si era mármol, quién sabe si bailaba... en una de esas ni había nadie y él seguía como bobo mirando a la nada, más solo que nadie y más abandonado que nada. Mientras volvía a ver los hielos que parecían no querer deshacerse en su vaso y de nueva cuenta le daba a aquello un buen trago, recuperó algo de energía y pudo regresar la mirada a la pista de baile, el mármol le había dado paso a una figura más femenina que mineral, estilizada, cabello largo finamente sujeto en una cola caída en la nuca, pantalones largos, pesados en las piernas torneadas, brazos descubiertos y escote alargado casi hasta el ombligo.

Por un momento le pareció que nunca había visto a aquella mujer antes y tendría que confesar que la estuvo observando con largo embeleso y poca discreción, no era precisamente hermosa, pero se acercaba y aunque no le alcanzaba a distinguir el rostro entre el baile y que estaba de espaldas, hubo un rato que casi se sintió conectado con ella, ansioso por saberla; como se quedara sin más bebida, volvió a la barra y pidió un whisky más, viernes, tres whiskys, música estridente, quizá tendría que estar echando a andar hacia su casa ya. Con la copa en los labios y un nuevo trago en la garganta, se volvió al centro del movimiento, sólo para volver a verla, esta vez dándole la cara, hombros alzados, muñecas juntas, ojos cerrados y piernas flexionadas en aquel baile cadencioso y sensual.

Casi se le disloca la mandíbula y se le fueron las gafas a la punta de la nariz; era Pansy Parkinson.

Solo, solito en la habitación

Busca, que busca de mi calor, uoh-oh, no-no

Habría tenido que volverse a la barra y dejar de mirarla, eso habría sido lo cuerdo, pero con mucho whisky en el sistema y pocas horas de sueño a cuestas aquello no resultaba para nada sencillo; siguió mirándola, ahora siguiendo los rostros de los que la rodeaban, algunas caras conocidas sin duda, melenas platinadas que bien le hacían recordar el pasado y aunque tendrían que, para nada le hacían recapacitar de la forma en que la estaba mirando; porque Pansy Parkinson se había estilizado, si es que era posible, más que en el Colegio, porque llevaba un largo collar de cuya punta pendía una hermosa perla y por más que intentara no darse cuenta, la perla de vez en cuando se deslizaba por entre los senos de la ex Slytherin, rozando, acariciando sus senos turgentes, acariciando la insinuación casi inexistente (salvo en su mente) de su ombligo, ahí donde el escote hallaba final.

Estaba por terminarse el tercer vaso, casi alcanzaba a sospechar que quedaban sólo gotas cuando ella lo miró, los ojos verdes leonescos, perrunos, viperinos... bestiales de Pansy se posaron en los suyos mientras llevaba su mano suave y ligera por el hombro del que reconoció como Theodore Nott, a quien le revolvió la melena en un movimiento de baile que le aguó la boca; primero pensó que no era mala idea seguir mirándola, luego sintió cierto embarazo, porque sabía que la estaba mirando con algo que no solía emplear para mirar a nadie, no en público al menos.

Se inclinó hasta perder sus ojos verdes en el vaso en su mano y comprobar que sí, tendría que pedir otra copa; se dio la vuelta en su asiento y pidió una copa más, mientras le servían y tenía que aceptar que era mejor volver a casa, se ajustó las gafas en su sitio y miró al frente, al muro donde el montón de botellas de colores y litografías rebuscadas saludaban a sus ojos.

Pansy Parkinson se había separado del grupo y venía hacia él.

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