S i e t e

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1 de Febrero del 2015

BRANDEN

Bajé de mi camioneta caminando hacia el supermercado. Los últimos meses habían sido fatales para mí, ya no tenía nada en casa para comer. Cada vez que abría la refrigeradora me decía a mí mismo que debía comprar más comida, pero al final del día nunca lo hacía. Sólo esperaba a tener hambre y salía a comprar algo, lo que fuera, ya nada me importaba.

Me dirigí a la sección de aseo. Necesitaba urgentemente cosas para mi aseo personal como champú, crema para afeitar, desodorante y varios rollos de papel higiénico. Tomé un carrito de compras y lo empujé por el pasillo. Metí un par de cremas de afeitar y seguí viendo los desodorantes. Iba a tomar uno cuando un movimiento a mi lado me detuvo. Una mujer a mi lado, embarazada, quería alcanzar una loción. Iba a tomarlo, para ayudarla, pero el chico a su lado lo tomó por ella.

—Aquí tienes, Amy —dijo él.

Ese nombre.

Mi corazón se detuvo abruptamente para luego latir con rapidez. Volteé mi cabeza hacia ella. La inspeccioné un segundo demasiado largo, viendo con sorpresa su abultado vientre. Estaba embarazada. Mi Amy estaba embarazada. Su hermoso rostro desprovisto de maquillaje miraron con atención la loción que sostenía en sus manos.

—¡Amy! —exclamé mirándola. Ella giró hacia mí y se detuvo un momento en examinarme, frunció el ceño, pero luego sus ojos se abrieron al darse cuenta que era yo, bajo toda esa barba y ropa descuidada. Me miró con los ojos abiertos como platos, completamente horrorizada. Soltó la loción, esta cayó al suelo con fuerte sonido, pero como era de plástico, no se rompió.

Bajé la mirada para ver su panza de nuevo. Estaba gigante. Ella estaba embarazada. Sentí que me bajaba la presión.

No podía creerlo. Mi mente daba vueltas.

—Vámonos. —Amy se volteó hacia el chico, pero la tomé del brazo rápidamente. Al instante la solté sabiendo que no era lo correcto. Pero no podía dejarla ir, no ahora.

—Amy, estás... estás embarazada —murmuré sin poder creérmelo.

Amy cerró los ojos intentando calmarse. El chico a su lado colocó una mano sobre su hombro, al instante lo miré mal pero ni se inmutó.

—¿Podrías dejarnos un momento a solas? —preguntó ella al chico, él asintió y se fue dándole un beso en la cabeza. Apreté mis puños—. Este no es lugar para hablar, Branden. Ven conmigo.

Me llevó afuera del supermercado, al estacionamiento. Su cabello estaba más largo y pude darme cuenta que bajo la luz del sol brillaba. Ella estaba radiante, y se le veía en paz y feliz.

¿En unos meses podría ella haber encontrado la felicidad? Porque lo único que yo hacía era revolcarme en la miseria y sufrir por el daño que había hecho. Luego de algunas semanas del encuentro en su pequeño departamento, había cumplido lo que dijo. Mandó los papeles del divorcio. Vagamente tenía le esperanzada de que ella me perdonara, no ahora, tal vez en algunos meses, pero cuando recibí aquellos papeles no tuve otra opción que darle lo que realmente quería. Firmé los malditos papeles de divorcio, los mandé de vuelta y no volví a ser el mismo de antes. 

Ahora era una sombra del hombre que fui, ni siquiera sabía cómo podía mantenerme en pie. Me había arruinado yo mismo la vida. ¿Todo por qué? Por una maldita perra que ahora escapaba. Había soltado un chispa y esta se había convertido en un fuego, un fuego que no podía apagar.

Luego de unos momentos en silencio, ella habló.

—No era mi plan decírtelo así como así —dijo Amy mirando su vientre redondeado—. Tenía planeado hacerme una ecografía, y pedirte que te hagas la prueba de ADN para que me creas, pero aún lo podemos hacer. —Se encogió de hombros—. Como puedes notar, estoy embarazada. De ti.

Sentí que mi corazón se rompía y se volvía a unir. Esas palabras quedaron grabadas en mi mente. «Estoy embarazada. De ti.» Por Dios Santo, iba a tener un hijo. Un bebé. Quise reír y saltar y llorar, pero todo eso quedó nublado al ver las lágrimas de Amy.

—Amy, no llores. —Quise acercarme pero me contuve—. Yo me haré cargo, no tienes que preocuparte de nada, yo...

Ella me cortó levantando una mano.

—No lloro por eso. —Negó con la cabeza. Se secó las lágrimas y sonrió irónicamente—. Sólo que nunca pensé tener un hijo en estas condiciones.

Fruncí el ceño. Ya sabía a qué se refería. Nosotros separados por mi maldita culpa era esa condición. Quise explicarle las cosas, quise decirle lo que me pasó, quise decirle tantas cosas pero me contuve.

—Debo irme —dijo ella mirándome tristemente—. Mi amigo me está esperando.

—¿Amigo? —pregunté curioso.

Amy me ignoró.

—Aún tengo tu número de teléfono. Te llamaré para acordar una cita con la obstetra. —Hizo una mueca—. Adiós, Branden.

—Espera, Am. —La llamé antes que se fuera. Me miró, esperando a que dijera algo—. ¿Aún... aún tengo una oportunidad?

Ella hizo una mueca acercándose a mí.

—Eres el padre de mi hijo, Branden. Sólo eso. No tendré ninguna relación contigo, sólo amistad. Por nuestra hijo.

—¿De cuánto tiempo estás? —pregunté mirando su vientre. Se veía tan redondo. Ella se veía demasiado hermosa así. Mi pecho dolía de solo mirarla. Me había perdido aquellas semanas en donde nuestro hijo crecía. Me sentía el mayor imbécil de este mundo.

—Seis meses.

—Se te ve bien.

—Estoy bien —Replicó ella alejándose.

Aún no podía irse.

—¿Ya sabes el sexo? —pregunté, deteniéndose a unos metros más lejos de mí. Volteó, sonriendo a medias.

—Es una niña. —Y con aquello se fue.

«Es una niña». Ni siquiera había nacido y yo ya la amaba, con todo mi corazón.

Estúpidamente yo lo había arruinado, y haría todo lo posible para retroceder el tiempo y cambiarlo todo. Pero no se podía. Y eso me dolía tan profundamente. Ahora mi única meta, era tratar de ser mejor, no para mí, o para Amy, sino para mi hija.

Ahí, en un estacionamiento casi vacío, lloré. Lloré como un estúpido por mi niña, por mi hija. Y por Amy. Por lo que había arruinado.

 Por lo que había arruinado

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Infiel | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora