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2 de agosto del 2014

Recostada en nuestra cama matrimonial, abrí los ojos tratando de adaptarme a la luz del sol que entraba por las rendijas de las ventanas de la habitación. Branden tenía su brazo encima de mí rodeando mi cintura. Sonreí pegándome más a él, sus ojos aletearon antes de abrirlos poco a poco, cuando me vio sonrió somnolientemente.

—Hola, dulzura. —Su voz ronca por haberse levantado recién.

—Hola, amor. —Sonreí.

Era el día después de nuestro aniversario. Ayer habíamos cumplido nuestro primer año de casados y lo habíamos celebrado íntimamente. Tan sólo teníamos veintitrés años pero cuando incluso antes de casarnos supimos que éramos el uno para el otro. Nos conocimos en la universidad, y al pasar los meses empezamos a convivir y luego decidimos casarnos para hacerlo oficial. Aún no terminábamos la universidad, ambos estábamos en el último semestre y trabajábamos en los turnos libres de las tardes para tener tiempo para nosotros por las noches. Últimamente nos habíamos distanciado por la falta de tiempo, pero al acercarse nuestro aniversario la misma pasión de antes volvió a surgir.

Éramos jóvenes, idealistas, pero seguíamos enamorados del otro como el primer día.

—¿Llegas a tiempo para tus clases? —pregunté con voz burlona. Yo no tenía clases en la universidad hasta el mediodía y podía disfrutar más tiempo descansado.

Frunció el ceño.

—Mierda. —Se levantó de la cama en todo su glorioso esplendor, desnudo, y entró al baño a paso apresurado.

Me había sacado la lotería con Branden. Cuando lo conocí era el tipo más mujeriego que había visto y al instante lo odié, pero estaba en nuestro círculo de amigos por ser el amigo del novio de mi mejor amiga, Layla, por lo que no podíamos ignorarlo. Por lo menos yo no. Además de mujeriego fue un engreído y sabelotodo conmigo. Pero al pasar el tiempo pude conocer su verdadera personalidad y me di cuenta que todo eso sólo era una fachada, el verdadero Branden era romántico, pensaba en los demás y nunca fue egoísta. Me enamoró su forma de pensar y sus ideas, los sueños que tenía y la manera en cómo me trataba. Branden cambió.

Seguí recostada en la cama intentando dormir. Sentí una mano recorrer mis piernas desnudas antes de abrir los ojos. Branden me miraba seductoramente, con una sonrisita de lado y los ojos recorriéndome el cuerpo.

—¿No querrás quedarte aquí todo el día, verdad?

—Solo hasta que tenga que irme. —Bostecé aún adormilada.

—Bien. —Me dio un rápido beso en los labios antes de dejar caer su toalla y vestirse en tiempo récord. Me quedé mirándolo mientras la baba se me caía. Era impresionante ver a Branden vestirse, aunque era mucho mejor espectáculo verlo quitarse la ropa, desvestirse lentamente. Y más satisfactorio era cuando yo lo hacía.

Cuando estuvo listo se acercó a mí para darme un último beso de despedida.

—¿Estarás en casa a las siete, verdad, amor?

Rodé los ojos sonriendo.

—Sí, ya ve, llegarás tarde.

A veces Branden era un poco paranoico con mi horario.

Salió de nuestra habitación guiñándome un ojo y segundos después escuché la puerta del apartamento cerrarse. Suspiré antes de ponerme una de sus camisetas y salir en dirección a nuestra pequeña cocina. Con nuestros ahorros del trabajo habíamos arrendado este departamento y era perfecto para ambos porque estaba cerca a la universidad y también a nuestros trabajo. Amaba nuestro lugar porque era perfecto para los dos.

 Amaba nuestro lugar porque era perfecto para los dos

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