Tras las máscara.

Cuatro.

—¡ERES UN ENGREÍDO NIÑATO DE PAPÁ MALFOY! ¡ÓJALA Y TE PUDRAS EN SU TUMBA!

Aquellos gritos sacaron a Harry de su ensoñamiento. El joven de los Malfoy se encontraba tumbado en el suelo bica arriba mientras miraba a su agresor con una furia inexplicable. El agresor, Blaise Zabini, mantenía su varita en alto devolviendole la furia al rubio del mismo modo. Parkinson estaba atemorizada, se mantenía junto a Draco en el suelo con las pupilas dilatas mirando a su amigo moreno.

Sus dos amigos miraban la escena con preocupación, al igual que el. Inseguro, se levantó de su asiento y se dirigió donde se hayaban los echos entre poniéndose entre Zabini y Malfoy, ambos miraron su figura con perplejidad.

—Aparta Potter.

Las palabras de Zabini solo hacían que su rabia aumentara, y apretara con fuerza su varita de fénix. Sus ojos se achinaron intenando contener la rabia.

—¡Harry!

Hermione se unió a el blandiendo también su varita hacia el agresor.

—Granger, Potter. ¡¿Qué creeis que hacéis?!—rapidamente, el heredero de los Malfoy se incorporó y echó hacia atrás a sus defensores para enfrentar cara a cara a Zabini. —Tan ambicioso que me repugnas, Zabini.—su brazo se alzó y estampó con increible fuerza su puño contra la morena cara de Zabini, haciéndole gemir de dolor y que cayera al suelo.

Jadeos de alegría salían de la boca de la morena, Draco sonreía mirando sus nudillos amoratados, pero el no se percataba de ello. Su amiga lo abrazó por detrás.

—Draco, eres un idiota caprichoso. —le dijo besando su rostro.

—Lo sé. —admitió.

Se giró hacia su enemigo jurado, y lo observó de arriba abajo, y luego otra vez de abajo arriba.

—Gracias Potter.

—De nada Malfoy.

Fin.