Demon [Justin Bieber] ¤¤

Capítulo 8.

Lauren’s Point Of View

-          ¿Cómo que sigues enamorada de Travis? – pregunté a Brittany, anonadada.

-          Lo que oyes.

-          ¿Cómo es eso?

-          Pues… Ayer, antes de irnos del bar, lo vi sentado en la mesa del póker. Justo al lado de Justin. Y no pude evitar…

-          Sentir cosas. – terminé por ella.

Ella asintió con la cabeza.

-          No sé qué decirte, Brit. No lo conozco mucho. Pero te digo ahora que sí es como Bieber…

-          Oh no, no. – exclamó ella. – No es como él. Es como la versión buena de Justin Bieber.

Medio sonreí y alguien abrió la puerta.

-          ¿Quién es? – preguntamos al unísono.

-          Hola chicas. – saludó Christine.

-          ¡CHRISTINE! – gritamos.

Saltamos de la cama y nos dirigimos corriendo hacia ella.

-          ¿Cómo te fue con Harry?

-          Tienes que contárnoslo todo, amiga mía.

Ella sonrió levemente y se sacó el vestido para ponerse algo más cómodo.

Nosotras nos sentamos en su cama, intrigadas por lo que iba a contarnos. Minutos más tarde se sentó con nosotras.

-          ¿Y bien? – dije yo, sonriendo.

Ella rio.

-          Salimos de Dupont y fuimos a un restaurante. Allí cenamos y hablamos de cosas.

-          ¿Qué cosas? – preguntó Brittany.

-          Oh, nada personal. Cosas de la universidad, el partido de mañana, los exámenes…

-          Que roña. – exclamé.

Ambas carcajearon y yo lo hice con ellas.

-          Después volvimos a la universidad y yo quería ir al bar a bailar, ya que los viernes está abierto. Pero Harry dijo que no tenía ganas así que fuimos hacia su habitación.

Brittany y yo chillamos.

-          Pero… no pasó nada. – dijo Christine medio decepcionada.

-          ¡¿Qué?! – gritamos.

Christine frunció el ceño y medio sonrió.

-          ¿Dejaréis ya de gritar?

-          Perdona, perdona.

Se mordió el labio y nos miró.

-          Yo quise hacerlo pero Harry me dijo que todavía no.

-          Wow.

-          Lo sé. No tengo ni idea de porqué lo hizo…

Pasé una mano por su brazo, tranquilizándola.

-          Tranquila, Christine. Seguro que le vino todo de nuevo. Ya verás que en dos días se habrá acostumbrado.

-          Sí. Supongo.