C A P Í T U L O T R E S

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Monserrat.

Saco las llaves del bolso y abro la puerta de la casa. El carro esta en el garaje, lo que significa que mi papá ya llego.

-¡Buenas papá!, ya llegue. Pense que no...- me corto al fijarme bien en lo que esta haciendo mi padre. -¡¿qué se supone que haces?!

Al adentrarme totalmente en la sala observo a mi padre parado en una escalera peligrosamente fina que definitivamente es catalogada como "no apta para cualquier persona con mas de 20 Libras de peso".

-¿No ves? Arreglo el hueco este donde se pone la bombilla... ¿cómo es que se llama?. En fin, la bombilla no quería encender y tuve que subir a solucionar el problema- reponde mientras se pasa una mano por el cabello en señal de exasperación -quizás porque aún no arregla nada- y utiliza la otra para sostenerse.

Mi padre por lo general es un poco ahorrativo y piensa que pagarle a un reparador es un desperdicio de tiempo y dinero, en especial de dinero. Entenderán entonces porque siempre se las da de reparador y termina subiendo su cuerpo grande- de másde 20 libras, claro esta- a una diminuta escalera para arreglar lo que sea que este dañado. Mi abuela siempre peleaba con el por eso, una vez subio a arreglar una teja que según el estaba vieja en el techo y a que no adivinan qué paso...

-Papá yo que tú...- empiezo a advertirle, pero es muy tarde. Su gran cuerpo cae con un sonoro estruendo al suelo y se lleva consigo a la fina escalera. Pobre escalera.- no quitaría las dos manos de la escalera- finalizo.

Mejor tarde que nunca.

Y retomando la historia del techo, si señores. Le paso lo mismo que hace un momento, se cayo desde el techo al cesped del jardín. Estuvo casi 2 semanas en cama con un yeso en su pierna, no se quién sufrió más, si el o nosotras. Mi abuela y yo tuvimos que pasar la mayor parte de las vacaciones aguantando sus quejas 20 de las 24 horas del día y no exagero, casi nunca dormía. Las horas que pasaba despierto peleaba con el mundo, porque según el no merecía romperse una pierna. Sospecho que lo que le enojo realmente fue el hecho de no poder trabajar en todo ese tiempo.

-Gracias por el aviso, Monserrat. -me dice apretando sus labios en una línea más fina que la escalera que acabo de romper -aunque llego un poco tarde ¿no crees?

-No hay de que -respondo, tratando de ocultar mi risa, y fallando en el intento -pero esto no pasaría si le pagaras a alguien para que se encargará de eso.

Lo veo masajearse la espalda con movimientos arriba y abajo. Me concentro en el vaivén de su mano, pero al cabo de unos segundos chasquea sus dedos frente a mi cara.

-No es necesario, yo puedo arreglarlo. Aunque me alegra divertirte tanto, hija querida...- su tono no promete nada bueno y sus palmaditas en mi espalda mucho menos -porque tengo que hablarte de algo.

Después de tanto tiempo he memorizado los gestos de mi padre para cada situación. Cuando esta enojado, sus cejas se chocan en el centro de su frente. Si esta triste, simplemente se cruza de brazos y mira a la nada, sin ningún gesto en su cara. Si algo le emociona, sus ojos y boca sonríen de una manera muy inusual.

Si esta nervioso, sus ojos se centran en un punto fijo justo como lo estan haciendo ahora, sus manos se mueven inquietas, justo como lo estan haciendo las suyas ahora y sus labios- he aquí la prueba de que lo que va a decirme es malo- dibujan una sonrisa, o mejor dicho el intento de una que asustaria a cualquiera.

Tomo un cuchillo de base blanca para cortar algunas verduras para la cena. Mi papá ha estado nervioso desde que me dijo que debíamos hablar, sin embargo aún no me dice nada. Lo observo mirar a través de la ventana y no puedo evitar preguntarme qué es lo que lo tiene así, sus ojos se ven impactados por la poca luz de la luna que alcanza a ingresar en la estancia. Tiene sus manos sobre el marco de la ventana, desde aquí puedo ver como sus dedos tamborilean sobre la vieja madera. Su pelo castaño se ve opacado por algunas canas, sus años ya están queriendo hacerse notar.

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