C A P Í T U L O O N C E

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El personaje del oscuro mundo

Me calzo mis pies con unas vans negras. Tomo mis llaves y salgo al encuentro de Arturo ¿quién lo diría? Yo relacionándome con un tipo que nunca ha sido de mi agrado. Todo sea por la mercancía, la suya es la mejor de este pueblucho y para ser honestos sus tarifas me parecen justas, y créanme cuando les digo que contemple distintas opciones.

No acostumbro a dar atención a las habladurías de la gente, pero cuando escuche lo que la gente comentaba de Arturo supe de inmediato que nada de lo que decían era mentira, al contrario, los comentarios se quedaban cortos, así que... ¡Lo intente! Intente buscar otra persona menos... ¿peligrosa? Pero no lo logré; todos los proveedores o eran unos estúpidos o se creían que las bolsitas venían con regalitos de oro incluidos, y fue así como termine buscando a Arturo, si me preguntan creo que el gran éxito que ese hombre tiene en este mundo se debe a lo sencillo que es contactarlo y a las facilidades que te ofrece para adquirir algo en el mercado. Después de todo, si es tan famoso es por algo ¿o no? Solo espero que ese algo no me acarree ningún inconveniente.

Cuando llego al sitio le envió un mensaje a Arturo, para confirmar mi llegada. El parque se encuentra sumido en la oscuridad. No me sorprende, es casi la media noche. Resguardo mis manos en los bolsillos de mi chaqueta; está haciendo un frío que pela. Han pasado diez minutos desde la hora que acordamos y aún no llega; empiezo a impacientarme. El viento es gélido y empieza una lucha con mi pelo, y por más que intento mantener a este en su sitio se me hace imposible ¡Qué gran fastidio! cuando estoy a punto de marcharme veo que Arturo se acerca con paso tranquilo, al parecer esta situación no le incomoda ni un poco.

Arturo es uno de esos chicos malos a los que parece que la vida los doto con un exceso de confianza y despreocupación, cosa que podría ser buena si sabes usarla, que no es el caso de Arturo. Al contrario, sospecho que esas características en él son la perdición de más de un individuo, pero ¿quién soy yo para criticarlo? Perdí mi oportunidad de juzgarlo al venir aquí a contribuir con sus fechorías.

- ¿Cansado de esperar? Lamento la tardanza, tenía que asegurarme de que venías solo. -me dice con una sonrisa divertida en su cara mientras empieza a sacar una pequeña bolsita del interior de su chaqueta.

Decido guardar silencio, sin embargo, no puedo evitar temblar de ansiedad al ver la bolsita llena de polvo en sus manos. Cuando decidí hacer esto, me sentía confiado, pero ahora siento que esto no es tan buena idea como pensaba; lamentablemente, no hay vuelta atrás...Si hace algunos meses me hubieran preguntado qué opinión tenía sobre de las drogas, hubiera mirado al efector de la pregunta y sin duda le hubiera comentado que son una porquería, ¿pero ahora? Ahora opino que cada uno decide cómo sobrellevar sus cargas y para mi en este preciso momento las drogas son la mejor opción, sin embargo, creo que a mi padre no le gustaría la idea ¿y a mi madre? Honestamente no creo que ella recuerde ni cómo es mi nombre.

-No hay problema... valió la pena la espera. -le tranquilizo y posiciono la capucha de mi sudadera en mi cabeza ¿porqué no lo pensé antes? Quizás si fuera un poco más ágil a la hora de pensar no estaría tan despeinado y mejor aún no estaría adquiriendo drogas en este momento, pero no pueden culparme nunca he sido un alumno sobresaliente.

-No lo dudes. -señala con la misma sonrisa que ha tenido desde que llego. Me alcanza la bolsita, tiemblo un poco al recibirla. La primera vez que recibes cosas como esta siempre ha de ser así, supongo yo.

- ¿Cuánto?

-El precio ya te lo había dado. -señala. Tiene razón, los nervios me tienen distraído.

Saco el dinero de mi bolsillo y lo cuento. Al parecer estaba nervioso, pero no lo suficiente, porque traje la cantidad exacta; no confiaba en que Arturo no me robará si llevaba dinero de más, después de todo él no es ningún santo... ¡aquí vamos!, pero tío qué moral la tuya hablando de sus negocios cuando tu estas metido en ellos... ¡estúpida conciencia!

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