ii.

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Yoongi miró la gran institución frente a él, donde estaba apunto de entrar por tercera vez en su vida.

La primera vez que entró, fue cuando su madre recién la fundó, como cuando el tenía unos siete años, es por eso que no la recuerda del todo, y es por eso que tampoco recuerda cómo es que funciona, a pesar de tener vagos recuerdos de su madre explicándole y enseñándole cada una de las habitaciones del lugar. Sabe que personas con problemas entran, algunas sólo van a consultas, y otras que tienen un problema más grave, tienen que internarse.

La segunda vez que estuvo en la institución, fue cuando tocó el piano en aquella sesión, cosa que su madre le agradeció, e intentó convencerle para que volviese a hacerlo, pues los pacientes quedaron encantados con su forma de tocar. Aunque eso halago bastante a Yoongi, tuvo que desistir, rechazando a su madre, con la imagen de un ángel herido cantando letras desgarradoras en su cabeza. No creía que podría soportar eso una vez más, seguro se pondría a llorar como un bebé si tiene que ser presente de esa melodiosa voz entonando dolor una vez más.

Y la tercera vez era ésta, su madre le había llamado al teléfono cuando estaba en la escuela, a sólo una clase de que se acabara su estadía en el lugar, diciéndole que olvidó unos documentos importantes en casa y que por favor se los llevara al trabajo. Yoongi al principio no quiso, por alguna razón, ahora tenía un poco de miedo de la institución, o más bien a la gente; y no era exactamente miedo, sino que se sentiría incómodo de alguna manera, y sabía que si él se sentía incómodo, los otros lo notarían, y seguro se sentirían incómodos de igual forma. Pero no pudo negarse a esa petición, era algo de trabajo, y se oía importante, por lo que ahí estaba, a punto de cruzar las puertas para entrar.

La vida es un riesgo.

Pensando en eso, entró, donde un guardia de seguridad le recibió directamente. Cuando le reconoció, no le revisó por si traía objetos peligroso o alguna otra cosa que pusiera el bienestar de los otros en riesgo, como era el hijo de la directora, se le dejó pasar de inmediato. Yoongi sonrió por sus adentro mientras subía las escaleras, ser el hijo de alguien con poder podía darte ciertos lujos.

Mientras pensaba en lujos, Yoongi pensó que su madre podría poner un elevador en el lugar, las escaleras eran largas y él pasaba la mayor parte de su tiempo sentado. No era bueno en subir escaleras.

Cuando por fin llegó -luego de tomar pausas en su caminar y tomar otra pausa más delante de la puerta de la oficina de su madre-, tocó la puerta tres veces y, al escuchar a su madre gritar desde el otro lado "pase", abrió la puerta, entrando y cerrando después de él.

-Madre. - Saludó, caminando a su escritorio donde ella trabajaba.

Yoongi se parecía mucho a su madre, cabello oscuro, ojos pequeños, piel pálida, rostro sereno, baja estatura, complexión delgada y dedos largos y finos. Era como si su madre se hubiese embarazado de sí misma al tener a Yoongi, pues lo único que Yoongi logró sacar de su padre fueron sus pies grandes y el amor por la música, más bien, el piano.

Se detuvo frente al escritorio, colocó su mochila en una orilla de éste y la abrió, sacando más tarde una carpeta color verde pequeña, donde habían varios papeles dentro. Yoongi tuvo que ir a casa para traerlos, pero no se quejaba, pues su casa y la preparatoria quedaban bastante cerca, podía llegar caminando, en cambio, el trabajo de su madre si quedaba lejos, por lo que hacerle ese favor no le pareció tan complicado para él.

-Yoongi, hijo. - Ni siquiera lo miró, concentrada en su computadora. Estaba usando sus lentes, y tenía el ceño fruncido, Yoongi reconoció esa expresión como la que hacia cuando algo no iba como quería o no entendía bien algo.

También significaba que no le pondría atención en lo más mínimo.

-¿Trajiste lo que te pedí? - Casi susurró, aún sin verle.

¿tienes hambre? » taegi || #TAEGIWEEK18 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora