8 de agosto de 1939

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Por la noche tuve una pesadilla, anteriormente le temía a las brujas del bosque o a la inmensa araña come humanos, pero bien tu sabes Janett siempre he sido tímido con ese estilo de cosas, le tememos a la oscuridad igual que a un niño.

Pero nada de eso es comparado con verte muerta. Al fin había llegado a casa, me sentía tan lleno de vida, que en lo único que pensaba era en brincar y abrazarte, volver a la vida que habíamos tenido antes. Me dirigía a la cocina, tu lugar preferido, con la intención de volver a verte, portando ese lindo mandil que siempre haz utilizado cuando preparas de comer, y con ese hermoso cabello ondulado de color rojo que me encanta.

Entrando a la cocina, me tomó la sorpresa de verte, tus pies no tocaban el suelo, tus ojos ya cerrados pero sin vida, y los labios que antes eran rojos como el rosal, ahora se encontraban azules. Claramente sentía como el corazón se me paraba y se hacía polvo, tal dolor hizo que cayera al suelo justo a lado de la silla donde seguramente te habías parado. Quité el mandil que rodeaba tu cuello y te pasé al sofá, tu piel perdía el color y ya iniciaba a ponerse frío.

Mi padre decía que fuera un hombre y enfrentara las cosas, pero no puedo, no sin ti, me siento débil, no quiero seguir así, tengo miedo.

Atte: Arthur.

Carta a JanettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora