Hints.

Uno.

Antes vivía en el centro de Hamilton con mis padres, hasta que murieron hace dos años. ¿Qué pasó? Un tren se descarriló y ya está. Así es como te das cuenta de lo cruel que es la vida. Los echo mucho de menos, porque vamos, fueron mis padres, ¿quién no lo haría? Tuve mucha suerte de tenerlos durante mi niñez, así he podido aprender a cuidarme más o menos sola. Después del accidente me mudé con mis abuelos, que hacen todo lo que pueden para que sonría a pesar de que mi abuela se pase todo el día en la cama a causa de su enfermedad, que no le permite hacer demasiado. Ahora vivo con ellos en la calle Cottingham Crescent en Ancaster, un barrio de las afueras de la ciudad.

Siempre que hay instituto tengo que coger el bus, cosa que antes no hacía ya que vivía justo al lado. Me costó acostumbrarme a ello, ya que esto de ir cada día con distintos desconocidos era nuevo para mí y a veces muy extraño, ya sabéis, por la típica gente rara de los buses. Hablando de buses, ¿sabéis? Siempre me fijo en ese chico que espera el bus en la estación en la que me bajo. No es el típico chico rubio de ojos azules y fuertote ni tampoco es de los raros de los buses. Os cuento, es moreno de ojos almendrados, con ese peinado mohicano moderno que se lleva tanto ahora y aunque no estoy demasiado segura, ya que de lejos no se acaba de apreciar, me parece que tiene unas disimuladas pecas.

Viste con sudaderas lisas, camisas de cuadros, vaqueros ajustados, en definitiva, bastante moderno el chico este. Se ve que es de los que se cuida, cosa que me preocupa, ya que esta clase de chicos son los que se fijan en esas chicas femeninas y yo no soy precisamente delicada y cuidada, tampoco soy descuidada, no os penséis, solo digo que no soy precisamente femenina. Aunque... Pensándolo bien no sé por qué me rompo la cabeza por esto, ya que me ha sonreído, por lo tanto, fijarse en mí ya se ha fijado y eso ya es mucho...