Dos.

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La verdad es que estoy pensando en acercarme y hablar algún día con él pero es casi imposible porque él perdería el bus o yo perdería la parada. Un día se me ocurrió que como he visto que él también se ha fijado en mi varias veces, podría pensar en distintas formas de hacerle adivinar quién soy.

Con pistas sería una buena idea, él podría ayudarme...

- ¡Sky! ¡Vas a llegar tarde al instituto! – Dijo mi abuelo gritando.

- ¡Ya estoy abuelo! En seguida bajo – Grité mientras bajaba las escaleras de dos en dos (por eso casi me caigo en el último).

- Vale, date prisa – Respondió.

Antes de irme me pasé por su habitación para despedirme de la abuela.

- ¿Has cogido la comida cariño? – Preguntó ella.

- Sí, ya sabes que nunca me la dejo.

Les di un beso y me dirigí a la parada de bus. Salí pensando en que una vez más podría admirar esa mirada suya, que siempre me deja perpleja. Llegué bastante rápido a la parada, supongo que porque quería verle ya.

El trayecto se me hizo eterno por culpa de la mujer que estaba a mi lado, que decidió contarme cada detalle de su vida. Era demasiado insoportable, en serio. Me contó que hace poco se había divorciado de su marido, porqué le puso los cuernos con la asistenta de la casa. También que tenían tres hijos de distintas edades y que los dos más mayores lo comprendieron, pero que el pequeño no le habla desde que le contó que se iban a divorciar. También que su hijo le confesó hace no mucho que es gay, y como ella no se lo creía, un día que él invito a un “amigo” decidió pasarse por su habitación y los pilló in fraganti. Me dijo que des de aquello, nunca más volverá a entrar en la habitación de cualquiera de sus hijos por sorpresa, por qué además, descubrió que el mayor escondía marihuana bajo su cama. Espero no llegar nunca a tener una vida como esa y tampoco se lo deseo a nadie.

Por suerte, yo bajaba en la próxima parada y ya estábamos cerca. Cada vez estaba más cerca de verle, a él, a su sonrisa y a su mirada. A la vez me estaba decepcionando porqué sabía que no pasaría nada más que un cruce de miradas.

Finalmente noté que el bus reducía la velocidad hasta que finalmente se paró, y sí, ahí estaba como siempre, sentado en la parada donde en esos instantes yo tenía que bajar.

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