Prefacio

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Desde que mi madre nos abandonó todo ha cambiado. Ahora, casi no puedo recordar su cara, hace al menos quince años que ya no sabemos nada de ella. Cuando era niña, tenía que ayudar a mi padre en casa y también a la señora Andrews, ya que su marido y mi padre trabajaban juntos en la mar y ella solía cuidarme cuando hacían largas travesías.

Ahora que ya soy mayor, además de hacer las tareas del hogar, ayudo a mi padre llevando el pescado al castillo del Rey. Allí lo recoge Eliselda, una antigua amiga de la infancia que ahora trabaja en la cocina de palacio. Solemos sentarnos en un banco de piedra a la entrada de la cocina y disfrutar del canto de los pájaros y de la preciosa naturaleza de los jardines del castillo.

Ese día como cualquier otro nos encontrábamos en el jardín cuando pude ver a un apuesto hombre de pelo rubio e intensos ojos verdes mirarme desde una de las ventanas de la torre. Sabía que no era la primera vez que me observaba y eso me traía mucha curiosidad, aunque realmente sabía que no podía ocurrir nada entre nosotros por mucho que yo quisiera. —¿Qué estaba pensando?—.  Yo, una simple campesina del pueblo, con el hombre más apuesto del reino, el Rey—.

 —Rose, tengo que irme, he de preparar el almuerzo ya. —me dijo Eliselda mientras entraba en la cocina y su pelo dorado se movía al compás del cálido viento de la primavera—.

En ese momento pude ver como él se acercaba a mí por el camino de los amplios jardines clavando su mirada en mí y me hizo un gesto para que le acompañase. No estaba muy segura, pero una parte de mí sabía que hacía tiempo que estaba completamente enamorada de él y no pude evitar seguir sus pasos. Acabé entregándome a mi amado completamente segura de que él estaba perdidamente enamorado de mí.

Unos meses después descubrí la noticia, estaba embarazada. —¿Qué voy a hacer ahora?—.  Una parte de mí siente que debo decírselo a él, estoy segura de que él siente lo mismo por mí. Decidida, me pongo el mejor de mis vestidos, recojo mi pelo negro en un pequeño moño y me dispongo a salir por la puerta para dirigirme a palacio y darle la hermosa noticia. Pero, entonces, alguien le propina una patada a la puerta derribándola a mis pies.

—¡Alto ahí! Queda detenida por intento de homicidio al llevar pescado envenenado con alguna sustancia para intentar acabar con la vida de nuestro Rey.

Sin dejarme ni siquiera defenderme, me ponen los grilletes y me llevan por las calles del pueblo hasta las mazmorras de palacio, mientras los vecinos, aquellos que me conocen de toda la vida, a los que yo quiero y en los que confío me miran con desdén a la vez que me gritan ¡Asesina! e incluso me agredían con comida podrida y piedras.

Me dejan en una lúgubre celda, fría y oscura, la cual solo tiene un camastro sucio y repugnante y un pequeño recipiente supongo que para poder hacer mis necesidades mientras estuviera allí. Lo último que me dice el guardia es que en dos días tendrá lugar la ejecución pública en la plaza del pueblo.

La chica del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora