Ambientada en un pueblecito europeo en el siglo XIX. Un joven y modesto chico, llamado Thomas Bandord, estaba por concebir matrimonio con Edward Everglow, quien pertenece a una familia que cayó en la miseria. Mas el joven Thomas no se siente prepara...
"El día de tu boda, el día más feliz de su vida; unido a la persona quien más amaras y amarás por el resto de su vida..."
Palabras cuyo significado perdían cuando aquello que hacia ese día, un día muy valioso y hermoso, se perdía. Y Edd perdió a su amado, no en accidente ni en guerra...si no cuando, por miedo a sus padres, no pudo ira buscarlo.
- Señorito, Edward...ya debemos partir para la iglesia..-hablo la dulce anciana con una voz quebradiza por aguantar las lagrimas que amenazaban con salir, mientras Edd se miraba en el espejo con su traje de blanco escarlata con toques azules en los bordes, con una mirada de nostalgia- Ayer estaba feliz por mi boda...-pestañeo para resistir- y ahora, me siento como atrapado en una intensa marea!
- El mar conduce a muchos lugares, mi niño...-le sonrió cariñosa la anciana, alzo su mano arrugada posando la suavemente en la mejilla del chico quien le dedico una mirada de angustia- Quizás te lleve a un mejor destino ...-finalizó con seguridad la anciana, y Edd solo le sonrió como pudo, tratando de convencerse a sí mismo de aquello.
"...Lo único que me duele de morir es que no sea de tu amor..."-murmuró, antes de encaminarse a aquella puerta, dónde una vez cruzada, no habría vuelta atrás y su mundo caería.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
- Con esta vela, alumbrare tu camino en la oscuridad -Tord exclamo fuerte y claro, moviendo la vela encendida en su mano hasta dejarla, de nuevo, en la mesa del pastor. Un clásico sonido de tos proveniente de uno de los invitados, más específicamente, el señor Everglow; le llamó la atención, quien le avisaba -con reloj en mano- que acabara rápidamente con la ceremonia. - Y con este anillo,...-dijo tomando la mano del paralizado novio poniendo en uno de sus dedos, el anillo de bodas. Y con un deje casi maligno, le soltó.- Te pido...que seas mio.
- Y ahora los declaro: Marido y...emm... esposo...-concluyó el pastor consagrando la dichosa-y desastrosa- unión. Unos llorosos mal silenciados, se escuchaban, de la pobre anciana quien lloraba entre las sombras por su joven amo quien en ningún momento mostró algún brillo de emoción.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
En un pasillo, dentro de una tumba, yacía Thomas sentado, polvoriento y deprimido mirando la ya marchita rama de flores blancas entre sus dedos, preguntándose: qué hubiera pasado si no hubiera huido?, si tan solo no fuera tan cobarde?, si hubiera regresado o si tan solo; no se hubiera adentrado al bosque esa noche.