Capítulo 3:El poder de una mujer, primer día, las Zeta, perdidas y Ian.

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Capítulo 3: El poder de una mujer, primer día, las Zeta, perdidas y Ian.

*Ian en multimedia*

¿Haz sentido esa sensación del primer día clases? Así me sentía yo hora, un manojo de nerviosa ansiedad, ganas de irme a casa y tal vez, ganas de conocer gente.

Heme aquí, sentada al medio de mi cama mirando a la nada y con ganas de que Pancracia aparezca mágicamente y me hable, detesto admitirlo, pero extraño su estúpida vocecilla parecida a la mía —Pero más chillona—, la odio, pero la extraño. Raro, sin embargo, soy así: Rara.

Estoy vestida y todas mis maletas están empacadas. Pero no quiero hacer nada.

Sam al igual que yo, esta lista.

Vi los ojos, cabello y orejas de mi abuelo asomarse por la puerta de nuestra habitación.

Sin despejar la mirada de la blanca pared con flores rosadas y moradas que parecían ser lo mas interesante en este momento, le dije:

—¿Y que si nos estamos vistiendo?

—Imposible—Dijo decidido—, siempre dejan su cartel y la puerta cerrada con llave—Reconocí la diversión en su voz.

Ah, el cartel.

«Ese que dice "we are dressing, o sea, vete si no quieres morir, depravado"»

Ese cartel.

Sonreí con diversión. Gire mi rostro para mirarlo.

Escuche la risa de Sam. Mi abuelo entro completamente a la habitación y se sentó a los pies de la cama de Sam.

—¿Listas?

Sam y yo asentimos.

—Entonces vámonos.

Nos levantamos, tomamos nuestras cosas, salimos de la habitación y entramos a la sala.

Junto a Robert nos salimos de la casa para subir al auto y irnos a la universidad.

—Va a hacer un alivio deshacernos de ustedes—Dijo con diversión Robert—¡No más ropa interior, maquillaje, ropa y otras cosas tiradas por toda la casa! —Habló con alegría extrema—¡No más martirio para el pobre Robert! Yupii—Celebró.

(***)

—¡No quiero que se vayan! Me arrepentí, ya no quiero, no, no quiero—Se aferro más a mi brazo y a la pierna de Sam—¡Detengan mi sufrimiento! —Dijo dramáticamente mientras ponía una mano en su frente— ¡Detengan mi martirio, cambié de opinión, ya cambié de opinión!

Posé una mueca en mi rostro.

Clavó sus uñas en mi brazo, chillé del dolor.

—¡Robert, suéltame ya! Joder, córtate las uñas—Murmure la última parte— ¡Hombre! —Grité—¡YA! Ayayay—Chillé—. Duele, duele.

Robert poco a poco fue soltando su agarre, pero sin soltarse.

—No quiero que se vayan—Hizo un puchero.

Al abuelo parecía divertirle la situación, pues no hacía nada para detenerlo.

—¿No que iba a hacer un alivio deshacerse de nosotras? —Pregunte con un toque de diversión— ¿No era lo que escuche, Sam? ¿Mis oídos me fallan?

Giré mi rostro para ver a Sam, quien tenía el rostro más serio que una roca.

—Me da igual, con tal de que me suelte la pierna, todo bien.

Sobreviviendo a ellosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora