CAPÍTULO 1: Nueve Vidas

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-¿Una flor?

-Es una rosa Cherokee.

Mientras Daryl le contaba la leyenda de aquella mística flor la cual desconocía, Carol no podía dejar de apreciar ésa sutil belleza colocada rústicamente en una botella de cerveza. Los pétalos blancos brillaban por sí mismos con la ténue luz solar que entraba a la casa rodante. Las palabras del hombre salían de su boca suavemente y le confortaban.

-...No soy tan tonto para creer que estén creciendo flores por mi hermano, pero sí creo que ésta rosa ha florecido por tu niña.

Carol sonrío y por un momento el vacío que sentía en el pecho desde hacía días se vio saciado de paz.

Ella no pedía comprensión ni consuelo, porque nadie podía entenderla. Sólo una madre que había perdido a su hija podría hacerlo y ella era la única en esa situación. Obviamente, se sorprendió al darse cuenta que había visto esperanzas en, hasta ahora, aquel poco conocido hombre con pintas de maleante que comía ardillas.

Cuando Daryl sólo se alejó en silencio, como un niño que acababa de hacer una vergonzosa confesión, Carol sonrió solitaria mientras sus ojos se llenaban cada vez más de lágrimas.

-Mi niña... -pensó entre suspiros-... ¿puedes apreciar todo esto? He arreglado el lugar para tí, he incluso te han traído flores.

Carol despertó agitada. Otra vez había soñado, o más bien recordado entre sueños, aquel borroso momento en el que empezó a gestarse algo en su corazón.

Se sentó en la fría cama y miró a su alrededor. Había pasado otra noche extraña.

No era la primera vez que soñaba con Daryl y sus palabras, todos los momentos vividos juntos. Había anhelado mucho a aquel hombre y ahora todo parecía haberse ido a la mierda después de tantas cosas compartidas juntos.

No podía dejar de sentirse culpable por ser tan tosca y orgullosa, pero tenía esa necesidad de hacer sentir un poco culpable a quién le había abandonado en uno de sus peores momentos.

Se puso de pie, y apenas cubierta por un débil pijama, se acercó al viejo ventanal de su habitación. El cielo estaba de un azul muy profundo pero unas amenazantes nubes se acercaban rápidamente por el Este. Suspiró.

Todo sucedió un día, a la tarde y hacía frío. Estaba en el bosque tratando de conseguir algo para comer y a su vez, despejando el área cuando una voz ronca, como un ronroneo, irrumpió entre los árboles.

-¡Carol! -Era la voz de Daryl y venía acompañada por pasos. Varios pasos.

La mujer empezó a buscar entre los árboles a su confidente amigo del cual no sabía nada desde hacía tiempo pero no podía visualizarlo aún.

Sólo oía pasos. Le comenzaron a temblar las piernas.

¿Acaso venían a buscarle o a juzgarle nuevamente?

Ellos, Daryl y quienes fuesen, se acercaban cada vez más y aún no podía verlos. Fue entonces que sintió respiraciones agitadas casi a un metro detrás de ella.

Se dio media vuelta y los vio: Daryl permanecía inmóvil por delante de Rick y Carl con su tan característica ballesta cargando en la espalda. Su expresión era de sorpresa hasta que una muy leve y disimulada sonrisa se dibujo en su curtido rostro.

Con brazos abiertos, se dirigió hacia ella y Carol, entre su sorpresa y temor también lo hizo porque no podía ocultar sentirse feliz, aliviada de ver a Daryl vivo después de tanto tiempo, después de tantas cosas.

Como a SophiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora