CAPÍTULO 2: Huésped

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No dijo nada. Cruzó como un rayo el umbral de la vieja puerta y se aferró a Carol en un impulsivo abrazo, sin expresión ninguna, sin palabras de por medio.

Carol, que aún tenía el cuchillo en una de sus manos, lo dejó caer y sonrío mientras se abrazaba a Daryl. El hombre se sentía tenso, como si estuviese arrepentido y como si por esta vez hubiese preferido pensar antes de actuar.

—¿Esto puede convencerte para que vuelvas? —preguntó el cazador separándose de ella y mirándola fijamente a los ojos. Carol seguía sonriendo burlonamente. Estaba sorprendida por la inocente pregunta del cazador. En un microsegundo se estaba comportando como un niño que quería solucionar todos con abrazos.

—No —La mujer se dio media vuelta fríamente y con un gesto invitó a Daryl a entrar a lo que se había convertido en su hogar. Su solitario hogar. Él, siendo su primera vez allí, observaba todo detalladamente.

Era un lugar gris y húmedo, pero tenía ese "detalle" que sólo Carol puede darle a las cosas, esa calidez hogareña.

Tomó asiento frente a la estufa apagada y esperó a que Daryl también se sentase en el sofá de al lado, tal cual fuese una visita en una casa común, un huésped que ha sido invitado.

—Mujer, esto es tan jodidamente normal que estoy asustado —exclamó Daryl mientras se sentaba cómodamente y dejaba su ballesta a un lado. Todo esto sin dejar de observar a su alrededor.

—Se extraña este tipo de cosas, ¿verdad? Nunca en la vida se me hubiese ocurrido que sentarme a charlar con alguien en una sala de estar sería algo tan añorado por mí.

—¿Y ahora qué? ¿Me vas a invitar con café? -—a pregunta del cazador provocó que ambos lanzaran una carcajada por lo patético de la situación, pero a la vez, dejando el sabor amargo de la nostalgia.

—No tengo café, Daryl. Pero sí te puedo hacer un té de hierbas... —la mujer que estaba cruzada de piernas miró de manera divertida a su amigo —...aunque no eres el tipo de hombre que bebe infusión de manzanilla, ¿verdad?

—Me conoces bien —se hizo un silencio incómodo— Ahora entiendo por qué no quieres volver a la apestosa vida nómada que llevamos. Tienes una mansión con estufa y vaya a saber qué más.

—¡Y una cama! —exclamó una divertida Carol.

—Maldición, ¡una cama! ¿Qué más tienes? —ambos seguían riendo. Por un momento Daryl sólo quería que Carol le contase con lujos de detalles cómo se sentía allí. Si realmente ella había encontrado un espacio que le brindaba comodidad, estaba dispuesto a dejarla quedarse aunque eso implicase perderla para siempre.

—Agua, sólo del pozo, pero es agua al fin. También, el otro día, tratando de hacer espacio en una buhardilla, encontré ropa, aunque sinceramente no me sirva para nada fue como hallar un caldero de oro.

—Bueno, nunca entendí, ni entenderé qué les pasa a las mujeres con la ropa. Además de que mi madre no era una mujer que se preocupase mucho por ello.

—Yo tampoco nunca entendí sobre eso, Daryl. No hasta que me casé con Ed —la expresión de Carol cambió drásticamente. Daryl pudo percatar que su rostro hasta ahora risueño se había vuelto sombrío de repente

—Cuando me casé con él y empezó a decirme cómo vestirme, peinarme y vivir, allí comprendí muchas cosas.

Nuevamente un silencio. Se escuchaba por entre los árboles el viento que empezaba a hacerse cada vez más fuerte conforme se acercaba la tormenta.

—No quería que terminases hablando de él —dijo el cazador tratando de hacer sonar eso como una disculpa.

—Está bien, después de todo y ahora que lo recordé ¿sabes por qué llevo el pelo corto? —Daryl negó con la cabeza y Carol emitió una sonrisa a la fuerza y con tristeza. —Por Ed.

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2014 ⏰

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