—Que pases una linda Navidad.
La niña de cabello anaranjado le arrebató la caja de regalo a Evie, de una forma grosera y sin dar las gracias. Si eso hubiera ocurrido en el Reino, seguramente el Hada Madrina le hubiera dado una estricta lección de modales, pero estaban en la Isla de los Perdidos. La pequeña había reaccionado de forma completamente normal. Se alejó corriendo hacia sus hermanos, quienes ya estaban abriendo sus obsequios sobre la nieve.
La peli-azul observó la escena con una sonrisa dibujada en su rostro. Cuando eran niños, ella y sus amigos ni siquiera sabían qué era la Navidad, y tampoco entendían por qué cada año llegaban tantas sobras de pavo a la Isla. Hubiera dado todo por recibir un regalo en esa fecha, así que exactamente ese era su plan: darle un regalo a cada niño y hacerlo feliz por (al menos) un instante.
Aunque a los otros tres chicos no les emocionaba la idea de regresar al lugar de sus pesadillas, y aún menos en su primera Navidad en Auradon, no dudaron en acompañarla.
—¿Ya estás contenta? —preguntó Mal, acercándose y rodeándola con su brazo.
—Míralos, están felices. Es como si se les hubiera olvidado donde están.
—¿Cuántos faltan por entregar? —indagó el hijo de Cruella. No podía esperar para volver a casa y probar un poco de los postres franceses de los que Ben había estado hablando por semanas.
Jay se quitó el costal del hombro y lo abrió, observando el interior. Con el saco de tela y la boina color rojo lucía como Santa Claus, pero musculoso. Mal se rió por el parecido, sacando vapor por la nariz.
—Dos.
La hija de Maléfica gruñó. Sus mejillas ya estaban rojas y los dedos de las manos comenzaban a dolerle, incluso por debajo de los guantes. Seguramente todos sus amigos ya estaban adornando galletas de jengibre, precalentando el horno para la cena y reunidos frente a la chimenea; mientras ellos seguían congelándose en ese lugar maloliente. A veces odiaba que su novia se preocupara tanto por los demás, pero a la vez esa era una de las razones por las que estaba tan enamorada de ella.
—¿¡Todavía faltan dos?!
—Debemos apurarnos si queremos llegar a tiempo —habló Carlos, abrazándose a sí mismo para contener el calor—. La nieve se está intensificando.
Jay se quitó su boina y se la colocó a Carlos en cuanto lo notó temblar.
—Gracias, amigo.
—¿Falta alguien a quién entregarle regalo? ¿E?
—Ummm —pensó en voz alta, revisando la lista de nombres que traía consigo—. Creo que nadie. Traje de más por si había un bebé nuevo, pero gracias al cielo creo que eso no pasó. La Isla no necesita más gente.
Dicho y hecho, la nieve comenzó a caer con más fuerza y con más viento, tanto, que la bufanda de Mal salió volando y se perdió en el paisaje blanco. Un escalofrío los invadió a los cuatro, haciéndolos estremecer.
—Vámonos ya —indicó Jay.
Mal tomó la mano de Evie para correr hacia la limusina, la cual habían escondido bajo uno de los árboles torcidos para ponerla a salvo de los duendes. El tiempo que tardaron en llegar bastó para que la caída de nieve se convirtiera en tormenta, complicando la situación aún más, pues perdían el equilibrio cada dos pasos por las ráfagas de viento.
—Oh no.
—¿Ahora qué? —gritó Mal, castañeteando los dientes.
Aunque su prioridad era regresar a Auradon, necesitaban entrar al transporte para no congelarse, pero parecía una tarea imposible: la nieve que se había acumulado sobre las ramas del árbol había caído sobre éste y tardarían una eternidad en despejarlo. Necesitaban un refugio provisional si no querían sufrir un episodio de hipotermia.
ESTÁS LEYENDO
Princesa y villana | Mevie One-Shots (2)
Fiksi PenggemarLos príncipes con las princesas quedaron en el pasado. Las villanas lo hacen todo más divertido.