Situado en Descendientes 2. // Mevie fluff.
—Tengo una insignia de explorador —reclamó Doug, entrando molesto a la habitación de su novia—. ¡Saliste de campamento sin mí!
—¿Qué?
—Sales con otro, ¿verdad? ¿Es eso? ¿Es el hijo de Happy? Porque te diré algo: él no es tan feliz hoy en día. Te diría que es un cascarrabias.
—Doug. Ben fue capturado en la Isla —lo intentó calmar Evie, tomando sus dos manos con delicadeza—. Rescatamos a Ben, y salvamos a Auradon.
—No sales con el hijo de Happy o con ningún otro —ratificó el hijo de Tontín, sin quitar su expresión de enojo.
—¡No! —Se defendió Evie, a quien se le escapó una risa por la acusación irracional—. Hablo en serio.
El hijo del más callado de los enanitos se quedó quieto como una estatua, con los brazos cruzados: en verdad no le apetecía escuchar más explicaciones. De cualquier manera, por la forma en que había reaccionado en ocasiones pasadas, Evie sabía que Doug no le creería ninguna. Optó por no insistir.
—Te veo en un rato en el baile —le dijo ella con una sonrisa incómoda y reclinándose hacia atrás, impidiendo un beso en la mejilla que Doug estaba por darle—. Aún tengo un par de cosas por hacer.
Doug asintió sin corresponderle la sonrisa y se dirigió a la salida. Ella le cerró la puerta y después se recargó en la madera, soltando un suspiro de alivio. Segundos después, un empujón la hizo separarse, pues alguien intentó entrar violentamente al dormitorio.
—Lo siento Evie, no te vi.
—Eso quiero suponer —contestó, sobando el golpe en su espalda. Agradeció que sus brazos fueran lo suficientemente largos para lograrlo.
—¿Ese era Doug? Apuesto a que te hizo un regalo de felicitación por vencer a los piratas. Así de cursis son de este lado de la barrera —se quejó Mal, rodando los ojos. En seguida se sentó a la orilla de su cama, pues le quedaba poca energía después de toda la travesía en la Isla.
—Eso me hubiera gustado más que el reclamo —mencionó Evie para sí.
Evie no necesitaba la aprobación o felicitaciones de nadie, tenía suficiente con el apoyo Mal y la confianza en sí misma. Sin embargo, después ponerse en riesgo y luchar contra piratas para salvarle la vida al Rey, lo que menos esperaba de su novio eran quejas absurdas sobre infidelidades.
—En fin, ya casi es hora. ¿Puedes ayudarme a ponerme esos diez kilos de tela encima?
—Mal, lo siento por confeccionar esto —se disculpó la hija de Grimhilde, sacando el enorme vestido amarillo colgado en el armario y colgándolo en la puerta—. Ya comprendí que no es tu estilo, ¿está bien? Pero no me da tiempo de hacerte otro.
—No te preocupes, E. Solo lo usaré un par de horas. Iré con Ben al baile, fingiré que disfruto bailar con esos altos y horribles zapatos... Sin ofender —aclaró, después de recordar que ella los había diseñado—. Y después pretenderé que me encanta estar con él y ser Reina por toda una vida. Un buen plan, ¿uh?
A la diseñadora no le hizo gracia alguna. Le preocupó tanto que ni siquiera le importó el insulto a su trabajo. Tomó asiento junto a ella, y después de negar con la cabeza varias veces, habló.
—Sé que haces todo esto por Ben, pero no puedes obligarte a que algo te guste. Y lo sabes. ¡Eres Mal! ¿Desde cuando permites que otros controlen tu vida?
Evie tenía razón. Su madre la hubiera picado con sus cuernos si se enteraba que un príncipe que usa coronas en sus shorts estaba influenciando sus decisiones.
—¿Crees que debí quedarme allá?
—Si es lo que te hace feliz, ¡sí! —sonrió Evie con obviedad, con ambas cejas arriba—. No puedes pasar toda tu vida fingiendo que estás bien con alguien cuando no es así.
La diseñadora se perdió en sus pensamientos, pues se dio cuenta que quizás ese consejo también podría servir para sí misma. Cuando volvió en sí, Mal ya estaba caminando de un lado a otro en la habitación.
—¿Entonces por qué fuiste por mí a la Isla si me estás aconsejando que me quedara?
—Yo no iba a ir por ti —dijo, seguido de una pausa larga—. Iba a quedarme allá por ti.
Mal se detuvo. Fue ese momento cuando lo entendió todo: Evie estaba dispuesta a dejar la vida que siempre soñó, a sus amigos y abandonar su línea de ropa que estaba en ascenso. Ya no le importaba enfrentarse de nuevo a peleas callejeras, a comer sobras y todos los peligros de la Isla, solo para estar juntas y verla feliz. Ben, por otro lado, solo quería traerla de vuelta al Reino y cambiar una o dos cosas para que Mal no se sintiera incómoda. Había un mundo entero de diferencia.
Evie se puso de pie frente a frente con Mal, mirándola directamente a sus ojos verde oliva. Con delicadeza tomó sus manos, sujetándolas firmemente.
—No quiero perderte. No otra vez.
Mal le respondió con una sonrisa tierna. No recordaba la última vez que se había sentido tan importante y tan querida por otra persona. Aún así, la expresión se le borró rápidamente.
—Evs, gracias. Pero nunca dejaría que regresaras a un lugar tan horrible, solo por mí.
La hija de Grimhilde levantó una ceja como gesto de confusión. Mal se estaba contradiciendo una y otra vez.
—No te entiendo. Si dices que es tan horrible, ¿por qué tienes que regresar? ¿No es más fácil solo... Rechazar ser Reina?
Mal soltó aire que no sabía que estaba conteniendo y evitó el contacto visual por algunos segundos. Odiaba que Evie fuera tan inteligente y siempre descubriera los cabos sueltos. Es que ¿Quién no odiaría un lugar olvidado, situado en medio de la nada y donde solo llegan sobras de gente más privilegiada? Aunque le costaba aceptarlo, odiaba la Isla y Auradon no le desagradaba tanto como lo hacía creer. Le gustaba desayunar pay de fresa, tomar baños con agua limpia y tibia, y hasta las cortinas rosas de su habitación ya no le molestaban como al principio. Pero había algo que la seguía llamando a volver.
Fue cuando un cuestionamiento brotó en su cabeza.
¿Extrañaba la Isla, o extrañaba los recuerdos que tenía en la Isla?
Evie y Mal habían pasado de todo en ese lugar. Desde que se conocieron siendo unas niñas hasta minutos antes de ser trasladadas a Auradon. Habían sido enemigas, cómplices, amigas, novias, compañeras de cuarto, de escuela y de vida. Es por eso que su conexión era tan real y profunda, algo que nadie más podía entender.
Tenían mil y un recuerdos en la Isla, pero crear nuevos recuerdos en Auradon no sonaba nada mal.
Quizás por fin era tiempo de hablar del tiempo perdido. O recuperarlo.
—Tienes razón. ¿Quieres no-ir-al-baile-conmigo? —la invitó Mal haciendo una reverencia exagerada y luego regresó a su postura normal—. Podemos quedarnos aquí, y pasarla bien solo las dos. Por nada del mundo pondré un pie en ese barco.
Evie tomó la falda del vestido azul que estaba usando con las yemas de sus dedos y se inclinó hacia delante, respondiendo a la reverencia.
—Acepto.
Mal no era una persona que solía demostrar afecto tan fácil, pero con Evie era una historia diferente. Se le abalanzó en un fuerte abrazo, y segundos después se separó para buscar un beso en sus labios. Ésta última interfirió con su mano a último momento, la cual topó con los labios de Mal, impidiendo el beso.
—Lo siento, necesito hablar con Doug antes.
—¡ Aaaaaagh! —gruñó Mal echando su cabeza hacia atrás—. ¿Por qué tuviste que tomar Lealtad IV este semestre?
Evie rio. Había rechazado ese beso, pero cayó en algún punto de la noche.
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Princesa y villana | Mevie One-Shots (2)
Fiksi PenggemarLos príncipes con las princesas quedaron en el pasado. Las villanas lo hacen todo más divertido.