El Baile 2.

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Hay lugares en la vida donde dicen, que para que alguien se feliz debe haber... En algún lugar... En ese momento alguien que tenga la suerte contraria, pero, en una noche así nadie podría salir lastimado ¿cierto?

—Ah... Si —el si sonó más solo para ellos dos, el príncipe extendió su mano, donde no llevaba la vela para llevar a Alexander a mitad de la pista.

Alexander estaba nervioso, el pobre ojiazul nunca había bailado e isabelle no le había enseñado, ni siquiera se había ofrecido.

—Magnus... —quería decir tantas cosas, tantas disculpas, exigir explicaciones pero lo que salió de su boca fue — Yo no se bailar.

—¿No entendiste? Alec, lo que importa no es bailar, es solo el hecho de tenerte... Cerca—una mano en la cintura de Alex, la otra en la vela, que Alexander sostenía — Es tener a la pareja indicada para que el latido de nuestros corazones mantendrá encendida la vela.

La música sonó, era un tono lento, pero al inicio sonaba triste, una melodia que le encantaba al príncipe por su cambio brusco en un momento de la pieza.

Una voz, parecía susurrar ya que apesar de lo tenso que estaba la melodia relajo al príncipe, que no se perdía ni una mirada de clemencia del pobre chico.

En sueños puedo oír
Que el viene a mi
Su voz diciéndome
Ya estoy aquí

Será un sueño otra vez
O realidad
Fantasma de la opera aquí estas
Dentro de mi

Las mariposas del estomago de Alec estaban frenéticas, una tras otra producían que la mano de Alec temblara, sin saber que eso hacía que a Magnus le cayera cera caliente.

—Mi ojiazul... Tranquilo, después de esto merecerá un premio —susurró en la oreja del ojiazul. Porque las emociones no eran blanco y negro, eran colores.

La cara de Alec tomó un color rojo, y las mejillas de Magnus por el esfuerzo de sonreír tanto se habían vuelto rosas.

Solo en esa estrofa parecía que todo estaba yendo bien, tal vez ellos dos estarían juntos para toda la vida como se había proclamado, solo tal vez.

Mientras...

Después del mandato del rey de encontrar a Raphael Santiago, el castillo fuera de donde se llevaba al cabo el baile había un caos, guardias corriendo de un lado al otro.

Pero solo uno estaba en la puerta de la habitación de Magnus, uno que desapareció cuando vio a los guardias moverse.

—Necesito que estés tranquilo... Y en silencio —Ragnor Fell, se veía nervioso, y en estas últimas semanas se había vuelto ojeroso.

—¿Vienen por mi? ¿Cierto? —Raphael tenía ropa de Magnus, aunque había dicho que no, pero había adelgazado en esa semana.

—Tienes que confiar en mi... Por favor Raphael, estamos cerca —murmuró, le tomó las mejillas.

Mejillas que tenían el mismo calor que cuando Ragnor lo había conocido, mejillas que se iluminaban en momentos de diversión del corazón. Y se palidecian como ahora, en momentos de horrible agonía.

—Confía en mí... Por favor, te lo imploro —Ragnor era más de palabras dulces pero Raphael no, Rapahel era más de acciones, como. Besarlo.

Ese beso había sido dulce, y lleno de angustia.
Un beso que lo fue todo hasta que un golpe y una voz rompió el momento.

Amores Mágicos [ADAPTACIÓN] [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora